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Alana regresó a casa con una espléndida sonrisa plasmada en sus labios, quizás un poco sospechosa para su madre, más Eva realizó tan bien su papel de hermana gemela rota y atormentada que no hubo nada de lo que realmente preocuparse

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Alana regresó a casa con una espléndida sonrisa plasmada en sus labios, quizás un poco sospechosa para su madre, más Eva realizó tan bien su papel de hermana gemela rota y atormentada que no hubo nada de lo que realmente preocuparse.

— ¿Me dirás qué ha sucedido allí fuera para que regreses siendo tan boba? —inquirió Eva con un poco de burla, más sus ojos cargados de un fuerte brillo de felicidad por la emoción de su hermana era mucho más evidente— No habrás besado a alguien, ¿verdad? —le guiñó un ojo, juguetona— Sí, seguro has besado a Billy —fingió que un escalofrío recorría su cuerpo— Ay, mi Diosa —prosiguió con dramatismo— Ahora tendré que crear un discurso con la típica frase «no eres tú, soy yo» para cuando el chico intente acercarse a mí y besarme.

Alana negó, eufórica.

— Oye —se quejó Eva, intentando tranquilizar a su hermana para poder quitarle esos kilos y kilos de maquillaje que ocultaban su marca de nacimiento— Me estás dificultando el trabajo.

— Perdón —comentó Alana en un bajo murmullo, conteniéndose— Es solo que me he metido en un lío, creo.

Por un instante, solo por un mínimo y muy escaso nanosegundo, Eva se preocupó. No obstante, después recordó lo sumisa, bondadosa y cariñosa que era su hermana, por lo que toda preocupación se desvaneció al pensar que para ella cualquier mínima tontería habría sido meterse en un lío.

— ¿Has robado un caramelo a la señora Margaret? —inquirió Eva entre risas— Wow —prosiguió, siguiéndole el juego— Realmente eres toda una chica mala.

Alana negó una vez más, emitiendo un pequeño quejido.

Mientras Eva se encargaba de eliminar todo rastro de maquillaje del brazo de su hermana y todo rastro de la tinta que descansaba sobre su propio tatuaje falso, Alana se mantuvo callada; muy pensativa.

Debatió consigo misma si pedirle a su hermana que volvieran a cambiar identidades solo por un ratito más al día siguiente sería una buena idea, pues no quería que su hermana gemela se metiera en un lío por su culpa. No obstante, la emoción del momento y ese sentimiento de felicidad que se había instalado en su tierno corazón fue un motivo más que suficiente para que las ganas por salir de aquella casa una vez más ganaran la batalla contra su raciocinio.

— Eva —la llamó en un bajo murmullo— ¿Crees que podamos repetir? —inquirió, mordiendo fuertemente su labio inferior debido al nerviosismo que sentía en ese momento— Solo una vez más, por favor.

El rostro de la omega se tornó en una mueca de sorpresa, la cual fue desvaneciéndose poco a poco para convertirse en una de preocupación.

— No creo que eso sea buena idea —comentó Eva en respuesta con extrema delicadeza para no causar mayor daño en su hermana— Papá regresará pronto y... —

— Solo sería mañana, te lo prometo —insistió Alana con un pequeño puchero en sus labios— A papá todavía le quedaría un día más fuera de casa y yo solo quiero salir un ratito, nada más.

Foyer #2 © Donde viven las historias. Descúbrelo ahora