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Podría decirse con total seguridad que las gemelas no habían descansado tan bien como lo hicieron esa noche desde hacía un par de años, sin el constante miedo que las atormentaba; sin el temor de que su padre enloqueciera y decidiera cometer una l...

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Podría decirse con total seguridad que las gemelas no habían descansado tan bien como lo hicieron esa noche desde hacía un par de años, sin el constante miedo que las atormentaba; sin el temor de que su padre enloqueciera y decidiera cometer una locura en la soledad de la noche por el insomnio que presentaba desde que la primera evidencia de que la profecía era cierta apareció.

Eva no estaba segura de cuánto tiempo había dormido, pero sí estaba segura de que su cuerpo clamaba por unas cuantas horas más. No obstante, Alana no parecía compartir sus planes, porque desde hacía cinco minutos atrás comenzó a proporcionarle pequeños golpecitos en su brazo con la única intención de despertarla, lo cual la estaba sacando de quicio de sobremanera.

— ¿Quieres parar ya, Alana? —inquirió Eva a regañadientes, verdaderamente molesta.

¿Acaso su hermana tenía algún mínimo instinto de supervivencia? ¿Cómo se le ocurría alzar la voz de esa manera? ¿Por qué no mejor gritaba a los cuatro vientos que ya se encontraban despiertas?

Alana emitió un pequeño quejido, alzando levemente la vista para comprobar si el desconocido que se encontraba durmiendo en su habitación despertó ante el tono de voz que utilizó su hermana. Inevitablemente, no pudo contener un pequeño suspiro de puro alivio al comprobar que éste seguía en el mismo estado, ajeno a las acciones de las chicas.

— Despierta, por favor —imploró en un bajo murmullo, zarandeando con más ímpetu a Eva— Un desconocido está durmiendo en nuestra habitación.

Aquello fue más que suficiente para que Eva se incorporara en un movimiento brusco, sobresaltada por las palabras que su hermana mencionó. Efectivamente, encontró a un omega que olía fuertemente a alfa hecho una pequeña bolita sobre un sofá de tamaño mediano mientras dormitaba a unos pocos metros de ellas.

Eva supo al instante que estaba emparejado por el olor que éste emanaba y por lo incómodo que se veía al verse obligado a estar una noche separado de su alfa. Ciertamente, no había ningún motivo aparente por el cual temer si él era un omega y estaba emparejado, más después recordó que se encontraban en una manada que, se suponía, fue su enemiga por muchos años y que, por tanto, ese omega podía ser un psicópata.

— Mantente ahí —demandó la omega mientras tomaba la lámpara de la mesita de noche como un arma con el que defenderse si se daba el caso— Y mantén la marca oculta.

Alana asintió de forma obediente, aferrándose con más fuerza a su osito Bear. Eva, por su parte, se incorporó por completo con la lámpara entre sus manos, comenzando a caminar lentamente hacia el desconocido en cuanto tuvo la oportunidad.

— ¡Despierta! —gritó, alzando la lámpara hacia el aire con la única finalidad de tenerla preparada si se viera en la necesidad de utilizarla— ¡Dime ahora mismo quién eres y qué estás haciendo aquí!

El omega emitió un pequeño gritito cómico, mientras caía del sofá por el sobresalto de haber sido despertado de tan mala forma y su culo se vio fuertemente golpeado en el proceso por la caída.

Foyer #2 © Donde viven las historias. Descúbrelo ahora