CAPITULO 1: 𝒜𝑒𝓁𝒶

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(1)

Volaba entre las nubes, era libre de hacer lo que ella quisiera. Batio sus alas contra el viento, se sentía invencible, poderosa, entre los grisáceos nubarrones podía observar rayos morados que traspasaban el raudal. Grazno, presenciando como el sonido que desprendía de su pico hacia eco. El sonido de los truenos y el graznido tenían el mismo tono. Eran violentos.

Una nube mas oscura se aproximo a ella con rapidez, tenia el rostro de un ser humano, era una mujer

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Una nube mas oscura se aproximo a ella con rapidez, tenia el rostro de un ser humano, era una mujer. Abrió la boca chillando de una manera que desgarraba sus oídos. Dio media vuelta intentando escapar, no obstante aquello la arrastraba contra su voluntad. Antes de que llegara a tragársela Aela despertó.

Aaela estaba bañada en sudor, tocó mientras jadeaba su grasiento cabello y acto seguido con la manga de su blanco camisón se limpio sus frías lágrimas. Una criada que sujetaba una cesta llena de prendas sucias se acercó a ella cuanto la vio levantarse.

-¿Se encuentra bien mi señora?- dijo cogiendo un pañuelo de entre sus pechos y limpiándole el sudor de la frente.

-Otra vez a vuelto a pasar Amelia- su tono de voz sonaba agotado como si hubiera echo una gran carrera. La criada le agarró las manos preocupada.

-¿Otra vez soñando que eras un colibrí?- se atrevió a preguntar.

-No. Esta vez yo era un cuervo. Luchaba contra... algo.- confesó pensativa.

Cuando su pie rozo la sábana del camastro notó algo húmedo, ella abrió los ojos como platos mientras le mantenía la mirada a Amelia. Cerró los ojos intentando pensar que aquello que su gemelo tocaba no fuera lo que tanto la sobrecogía durante semanas.

La narizuda mujer notó su pavor y levantó con rapidez las pieles que la cubrían, mostrando así y efectivamente una gran mancha de sangre. Amelia le cogió de las muñecas y la zarandeo.

-Oh por los dioses- dijo eufórica.- ¡Abre los ojos! Es lo que tu madre y vos habéis estado esperando, ya eres todo una mujer Aela.

"Lo que mi madre siempre a estado esperando" corrigió en su mente la joven estrella.

-Esto es terrible- se dijo así misma mientras se dejaba caer sobre la cama y se colocaba la almohada en su rostro intentando está vez ocultar su decepción.

-Se lo diré a su majestad- Amelia se levantó y se separó de su lado.

Apresurada se quitó la almohada viendo así la vacía habitación. La criada se había ido. Era terrible, si su madre se enteraba de que ella ya era toda una mujer la querría casar con algún noble de los alrededores de Starwhite. Estaría preparada físicamente pero ella todavía era una niña, su mente no podría soportar un casamiento.

Sí, quería bebés muchos bebés incluso, pero ahora no, no podía permitirse que aquello sucediera. Se levanto y casi cayéndose a el suelo fue hacia las afueras de sus aposentos, miró angustiada a ambos lados del pasillo y se decidió por uno.

Con rapidez bajo unas escaleras de caracol echos de piedra. Llegó a las cocinas jadeante, las cocineras la observaron preocupadas por su expresión de cansancio, acto seguido no podían aguantarse unas pequeñas carcajadas.

-¿Señora no debería cambiarse?- comentó una.

-No es propio de una princesa caminar así por estos lares- recalcó otra.

Aela dirigió su nerviosa mirada hacia su vestimenta, había bajado con su camisón blanco, el cual destacaba el rojo de su sangre.

"Que vergüenza..." Sus mejillas se tornaron a un color rosado. Quitó su timidez a un lado y saco valor para preguntar.

-¿Habéis visto a Amelia?- susurró avergonzada y con una pequeña sonrisa.

-Yo no la vi mi señora ¿Tu la viste Jess? - dijo la que estaba cortando un conejo sin piel.

-Yo la vi. Estaba muy dichosa y parecía que tenía prisa por cometer algo, se fue hacia el salón principal.- dijo Jess limpiándose sus sangrientas manos en su delantal.

-Seguro que la petarda ha visto otra vez al herrero.- mencionó la dama provocando que la otra se riera como un cochinillo.

Aela tampoco pudo contener la risa que la joven Jess le contagiaba.

-Gracias chicas.- Aela dio media vuelta y se despidió.- espero que le pongáis azúcar al conejo- añadió Aela a la lejanía.

Paso por otro largo pasillo minado de candelabros que iluminaban cada rincón de aquel fúnebre lugar.

Las paredes estaban decoradas con tapices cosidas por las costureras más antiguas del lugar, uno fue cosido por la vieja Llorona que fue el único donde Aela se detuvo a observar. El tapiz hacia representación a la época de las guerras del Mar rojo, donde en una parte del cuadro se posicionaba las tropas de la de Esterlin y a la lejanía se hallaban las tropas de la Surteslin. Eso hizo pensar a la joven estrella, un día oyó a su madre hablar con un Lord de la casa Workens acerca de su poca confianza hacia los Barristen que murieron ahorcados, según ella el único que era honrado fue Yeron Barristen "la mano del rey".

Ella dejó de nuevo a un lado sus molestos pensamientos y decidió seguir andando por el lugar, hasta encontrar el Gran Salón de escarcha azul, con ventanas altas y estrechas; en ella se encuentra el trono de los Reyes del Norstelin, un enorme asien...

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Ella dejó de nuevo a un lado sus molestos pensamientos y decidió seguir andando por el lugar, hasta encontrar el Gran Salón de escarcha azul, con ventanas altas y estrechas; en ella se encuentra el trono de los Reyes del Norstelin, un enorme asiento de piedra con los brazos tallados en forma de estrellas oscuras.

Al lado del trono estaba Asan tan recta y erguida como siempre y por desgracia Amelia estaba en frente suya hablando con ella.

-Madre- alzó la voz haciendo que la atención de la reina y de la criada se clavaran en ella- no lo escuches yo no... Es decir yo no estoy preparada para...- la voz profunda de su madre retumbo en la estancia.

-Tu vestimenta deja claro la gran noticia que me ha echo conocer Amelia- le interrumpió Asan con seriedad, haciendo que la niña se entristeciera y mirara hacia abajo, Asan con varios dedos le levantó el rostro para que sus ojos se encontrarán con los suyos.- Mi niña es una gran noticia- le dio un abrazo el cual Aela a duras penas aceptó.

-No para mí majestad- susurró- no para mí.

La reina hizo como si no la escuchará.

-Ademas ya no dudaré en afirmar tu casamiento con Lord Workens.- Amelia le entregó a Asan una carta de color canela.

-¿Casamiento?- se sorprendió tras las palabras de la reina.

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(2) = Aceptar su destino y afrontar de buenas maneras el compromiso.

(3)= Negarse y aceptar las consecuencias.

El creador de mundos / Libro interactivo/Donde viven las historias. Descúbrelo ahora