Quatre

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—Tú pulso...— dijo Carlisle en voz baja —. Se está ¿normalizando?

Después de que Bella llegara derrapando el jepp de Emmett frente a la casa, todos los Cullen salieron alarmados en menos de un segundo. Carlisle y Rosalie llevaron a Aurora al despacho del mayor Cullen, el lugar era aislante de sonido; Edward quería ir, pero se quedó junto a los demás en la sala, esperando noticias, y él tratando de calmar a Bella, la cual se veía preocupada por el estado de la pelirroja.

—¿Y eso es malo? — preguntó Aurora, confusa.

—No lo entiendes. Se está normalizando... como un corazón humano, tienes el mismo latido de Bella. Cuando llegaste, tú corazón parecía estar sufriendo un ataque de taticardia. Tu latido normal es casi imperceptible; ahora es mucho mayor.

—Pero, estará bien, ¿no? — preguntó Rosalie, tomando la mano de Aurora y dándole un apretón.

—Siendo sincero, no tengo idea — hablo con franqueza el vampiro —. No tengo idea de cómo reacciona tu especie, Aurora. Eres la única. La primera. Nunca se había dado un caso como el tuyo; y ahora no sé qué hacer.

El lugar se sumió en un absoluto silencio, siendo interrumpido únicamente por el, ahora nuevo y acelerado, latido de Aurora.

—Soy un monstruo — susurró Aurora, casi imperceptible.

—Deja de llamarte así — riñó la rubia.

—¿Como me definiría entonces? — preguntó Aurora, exasperada; levantándose del sofá en el que estaba antes, y comenzando a caminar en un vaivén nervioso —. Soy algo que nunca debió pasar. Soy la primera en mi tipo, y lo único que sabemos de mí es por lo que yo misma he tenido que pasar. ¡Me siento como un experimento cada vez que tenemos que anotar una anomalía nueva en mi! ¡Por eso los híbridos no existen!

—Fuiste concebida por amor — dijo Carlisle con paciencia, tratando de calmarla —. No eres un monstruo, eres el fruto de un amor infinito e incondicional.

Aurora volvió a sentarse en el sofá, abatida. Las palabras de Carlisle siempre tenían un gran significado, y esta no era la excepción.

—¿De que sirvió su amor, si ambos murieron por mi culpa? Fui su condena...— dijo la pelirroja en un hilo de voz, su mirada estaba perdida en el suelo.

Si algo caracterizaba a Aurora, era su terquedad; y el hecho de llamarse monstruo remota de hace siglos. Y tenía razones para llamarse, y creerse, un monstruo.

Rosalie solo podía mirar a la pelirroja con dolor; las palabras de Aurora le lastimaban, así como también entendía el dolor que carga.

—Murieron amándose y amándote — dijo el rubio, dejando a Aurora sin palabras, dando por zanjado el tema —. Será mejor que no salgas por ahora de la casa; sería bueno tenerte en observación.

Carlisle guardó sus instrumentos médicos en su maletín y salió del despacho, dejando a ambas vampiresas dentro. Rosalie se sentó junto a Aurora, la atrajo en un abrazo; el cual fue correspondido con gran sentimiento.

Año 1100

Desde el inicio de los tiempos, los vampiros y licántropos han sido enemigos mortales. Así se ha escrito y se ha dicho.

Los licántropos han contado sus propias leyendas, pasado de generación en generación. Instruyendo a los jóvenes lobos para que protejan su aldea, manada y familia de los fríos; personas de belleza sobrenatural, de piel fría y ojos rojos, como la sangre que arrebatan a sus victimas.

La mayoría de vampiros ha vivido su eternidad en clanes, acatando las leyes impuestas por los Vulturi; campitos tan viejos como el tiempo mismo; bebiendo sangre para alimentarse. Y, los que tienen conocimiento sobre los licántropos, se mantienen en constante disputa.
Claro qué hay excepciones entre los vampiros, un mínimo porcentaje de estos lleva su eternidad con tranquilidad, evitando la sangre humana y alimentándose con sangre animal.

Un día, uno cualquiera en la inmortalidad de cierto vampiro, perteneciente al pequeño porcentaje de vampiros pacíficos, este encontró algo que, para él, era desconocido.
A las afueras del pueblo donde ese vampiro residía, junto a un riachuelo que marcaba los límites con otro pueblo compuesto por humanos y licántropos, él vampiro miró a una pueblerina de el pueblo vecino. No había algo en ella que estuviera fuera de lo normal; pero, para él, ella desprendía un aroma exquisito. Su sangre era una verdadera tentación. Ella era su fruto prohibido.
A diario, durante un par de semanas, el vampiro regresaba a ese punto de los límites solo para verla, no se atrevía a acercarse por miedo a no contenerse. Solo iba y la miraba lavar sus prendas, recolectar agua o incluso bordar. Al parecer, ese lugar era especial para la chica, porque, cada día se encontraba ahí.
Un día, en el que el vampiro desvío su dorada mirada de la chica, enfocándola en el cielo; cuestionándose el porqué de aquella atracción tan desconocida; al regresar su mirada, la chica había desaparecido. Se extraño en extremo cuando vio sus cosas, pero no a ella. Se alarmó, se olvidó de que se mantenía en sigilo, y camino hacia donde antes estaba ella, la busco con su mirada pero nada, decidió buscarla por medio de su oído sobrenatural, y se sorprendió al escuchar un latido detrás de él. Con elegancia, giró su cuerpo y se encontró con aquel fruto prohibido del cual deseaba.

—¿Por qué me observas? — preguntó ella, no se veía asustada ni mucho menos.

—¿Qué? — fue lo que alcanzó a articular el vampiro aún en su asombro. Ella dio un paso al frente, mientras que él lo daba hacia atrás.

—Te he notado — dijo ella, su voz era suave, algo que encantó más al vampiro —. No es la primera vez que me observas. ¿Por qué?

El vampiro tuvo que aguantar la respiración, el aroma era tan embriagante y delicioso para él. Seguía retrocediendo, mientras que ella avanzaba. Sin darse cuenta de su error, él ya estaba a merced del sol.

La chica detuvo sus pasos y lo miró con asombro.

—Eres uno de ellos...—

¿Qué...? ¿Que es esto? — preguntó Aurora asustada, se separó del abrazo de Rosalie y tocó sus mejillas.

Tanto la rubia como la pelirroja se miraron con los ojos desorbitados por el asombro. Eran lágrimas.

~*~

—Yatlahi

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COMPLICADO | Crepúsculo | Jacob BlackDonde viven las historias. Descúbrelo ahora