Trois

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Aurora

Sabía gracias a los pensamientos de la manada que Paul siempre era un idiota, lo comprobé en cuanto llegó a casa de Emily junto con Sam y Leah, el estúpido se puso a hacer bromas sobre mi condición híbrida. Después de que mirara a Jacob con ganas de tirarlo de la cima de un acantilado me explicó, algo nervioso, que no planeaba decir nada pero que por su conección con la manada no lo pudo ocultar mucho tiempo.

Sabía que Sam había sido uno de los que concedió mi permiso para cruzar a territorio Quileute, pero por sus pensamientos supe que seguía creyendo que podía ser peligrosa.

Lo único que le impedía declararme como una amenaza era mi conección con Jacob, que le impedía a todos ellos llegar a lastimarme, según vi en su mente, es una de sus reglas más sagradas la inmunidad a improntas.

Y Leah... Bueno, ella es un tema aparte. Supe desde el momento en que entró que no estaba de acuerdo con mi presencia aquí. Jacob y los demás chicos, a excepción de Seth, bromearon y la excudaron diciendo que ella siempre era así de amargada. Fue obvio que aquellos comentarios y chistes no fueron de su agrado, pues terminó saliendo rápidamente y azotando la puerta al salir.

—Bah, siempre es así — dijo Paul sin darle mucha importancia a la chica —. Siempre anda en ese plan.

—Es una amargada...

—No le des importancia — me dijo uno de los chicos, Quil, según creo —, siempre es una aguafiestas.

Los comentarios del resto me enfadó por alguna razón. Me levanté de la silla donde había tomado asiento frente a la mesa entre Jacob y Seth, los mire ceñuda.

—No puedo creer que sean tan imbéciles todos — dije con amargura.

Retrocedí y seguí el camino por el cual había salido Leah.

—¿Yo también? — murmuró Jacob indignado a mi espalda.

—Todos, menos Seth. Él me agrada — dije sin mirarlo antes de salir de la cabaña y caminar hacia donde percibía el aroma de Leah.

La encontré tras el garaje, sentada en la caja de una camioneta roja. Pude notar su mandíbula apretada, sus manos hechas puños y su celo fruncido. Caminé con aire despreocupado hacia ella. Me miró de reojo antes de hablar.

—¿Que quieres? — preguntó bruscamente.

—Algo de aire — dije simple, encoginedome de hombros, llegando frente a ella —. No sé cómo soportas a diario a esa bola de idiotas. Solo estuve diez minutos allí dentro y no los soporté.

Bufó y apartó la mirada, aún ceñuda.

—¿Te importa si te hago compañía? — pregunté.

—Igual te quedarás, ¿No? — asentí con una pequeña sonrisa arrogante —. Cómo sea, no me importa.

Me encogí de hombros, avancé hasta la camioneta y me recargué en la caja de la misma, de espaldas a ella. Estuvimos unos minutos en silencio, miré las nubes mientras escuchaba cómo ella calmaba su respiración agitada. En sus pensamientos podía escuchar mil y un insultos hacia los chicos dentro de la cabaña.

—Son unos idiotas — dije bostezando, tenía al menos tres semanas sin dormir, podía aguantar días sin dormir pero tarde o temprano me llegaba a cansar.

COMPLICADO | Crepúsculo | Jacob BlackDonde viven las historias. Descúbrelo ahora