Y dijiste mi nombre

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Lo maravilloso de la infancia es que todo en ella es una maravilla.
Gilbert Keith
~

Hogwarts
Agosto, 1999

Leo y Orion Malfoy siempre habían pensado que su hermano mayor era un superhéroe como los que salían en las películas que le gustaban a los muggles, de esos que tenían súper fuerza y velocidad inigualable. Veían, ambos, como todos los días el primogénito de los Malfoy se levantaba de la cama casi cuando salía el sol entre los árboles y salía al jardín para volar en la escoba vieja que su padre le había heredado. Le habían visto hacer piruetas y no morir en el intento... y eso era todo.
Era maravilloso para los dos, más maravilloso que nada en el mundo entero.
Volar como su hermano lo hacía era todo lo ir ellos querían para cuando fueran mayores, más que cualquier cosa que su madre, Hermione, pudieran decir que debían cumplir.
Pero ahora solo tenían 6 años y no había nada más molesto que no crecer rápido, lo rápido que ellos necesitaban y querían para lograr ser como Scorpius. El niño rubio, de ojos color avellana desvió su mirada del juguete que tenía en la mano hacia su hermano, quien peleaba a golpes con el hijo menor de Ronald Weasley por un pedazo de tarta de limón.
-¡Dame eso, Arthur!- Gritaba Orion, abriendo de forma exagerada la boca y luciendo más enojado que cuando su madre le levantaba de la cama en las mañanas, hablando de manera fuerte la torta que tenía el pelirrojo entre las manos.-¡Le dire a mamá que estás siendo desagradable conmigo!
Leo solo sacudió la cabeza de un lado a otro en manera de desaprobación.
Ninguno de los dos era igual al otro.
Orion Malfoy poseía unos enormes ojos de color perlado, tan blancos que de día podían confundirse de manera extraña haciendo parecer que el iris de sus ojos no existía... Más su cabello era otra cosa. El cabello de su hermano era tan negro como la noche, que hacía que todos se mantuvieran casi hipnotizados con él al verle parecer tan diferente a lo que estaban acostumbrados. Leo, al contrario era más o menos normal, dentro de lo que su familia lo era.
Sus ojos poseían un tono chocolate Yam perfecto que lucían más al sol que en la sombra de los árboles o en las habitaciones de la Mansión y su cabello era varios tonos menos castaño que los rizos de su madre, siendo casi rubio como los rayos que se cruzaban por las enormes nubes del cielo por la tarde.
Eran sol y luna.
-Déjalo en paz, Orion-Dijo una vocecita molesta que hizo que los tres niños voltearan a ver a la dueña de ella, con cara de confusión al haber sido sorprendidos sin ningún aviso previo.
Altair Malfoy los miraba a todos con una ceja alzada y los brazos cruzados mientras golpeaba con el pie, usando la suela de su extraño zapato azul en una muestra clara de su enfado por verles pelear de esa manera.
La muchacha resopló levemente por las expresiones de sus hermanos y el pelirrojo, antes de mover su cabeza de un lado a otro, haciendo que sus rizos casi blancos rebotaran contra su cara. La enfermera les lanzaba miradas de reproche por el ruido, no estando acostumbrada a mantener a niños pequeños dentro de su espacio de trabajo.
-¿Siempre son así?- Pregunto la mujer mayor, recientemente contratada, en un tono de molestia a lo que Altair solo atinó a mirarle de arriba a abajo por el comentario fuera de lugar.
-Realmente no creo que a usted le tenga que importar si ellos son así...Es una simple empleada y nosotros alumnos del colegio.
Leo y Orion Malfoy veían todo a su alrededor como si fuera una maravilla... Y eso incluía a su hermana mayor, con una llameante mirada de adoración cuando su hermana hablaba de esa manera, sin miedo a nada.
Les urgía crecer.
Querían crecer sin más, para poder ser como su hermano, como su hermana y cuidar a ambos de todos los peligros, aún cuando fuera un enorme dragón de color rojo, como los que les gustaban a ambos.
-Entonces encárguese de sus hermanos usted, señorita...-Musitó por lo bajo la mujer canosa antes de echar a andar por el pasillo y meterse en su oficina al fondo de la enfermería.
Altair Malfoy solamente observó a sus hermanos y al mocoso pelirrojo que estaba con ellos, todos callados y quietos a la expectativa.
Sonrió con malicia.
-Debería llamar a tía Daphne...
Leo y Orion Malfoy siempre habían querido crecer y hacerse mayores, una cosa que Arthur Weasley no entendía del todo, pero al oír el nombre de la rubia solamente abrió mucho los ojos y lo quiso.
Quiso crecer...

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