La marca y la cicatriz

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La bajeza más grande es la adulación.
Francis Bacon

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Hogwarts 
Noviembre, 1999

Habían pasado semanas desde que lo había visto por última vez. No estaba arrepentida aún de haberle gritado de la manera en la que lo había hecho, al menos no por el momento pero el no verle por tantos días hacía que se preocupara de nuevo, sabiendo que había sido mandado hacia ese lugar por la disposición y conveniencia del equipo bueno.

Él estaba con Voldemort y no estaba segura sobre a qué bando pertenecía.
Después de todo él era un mortifago.
Hermione mordió su varita como si fuera un bolígrafo mientras desviaba la mirada a lo lejos en el lago negro, que permanecía en absoluta quietud aún cuando el calamar estaba en la orilla tomando aire.

No todo iba bien en el colegio y sabía que no había mucha esperanza esta vez, como en otros tiempos. El mundo mágico había vivido una guerra hacía más de un año, pero aún era demasiado pronto para seguir luchando y poder volver a resultar vencedores. Y habían más muertos de los que quisieran aceptar.

El colegio había perdido a más de 50 alumnos en el último ataque, haciendo que muchos más no regresaran cuando la Directora dio aviso de que podían hacerlo, todos tenían miedo.

Todos estaban asustados más que en un principio, más que la guerra pasada.
Ya habían perdido todo.

Y perderían aún más.

Suspiró de nuevo, cambiando de posición cuando el sol se asomó entre las densas nubes.

Ella nunca había sido buena para la adivinación pero sabía que era una profecía y todo lo que ella implicaba en el mundo de la magia. Y eso le preocupaba más que la guerra en realidad.  Aún cuando no había algún pago por no cumplirlas, sabía que todas las decisiones y todas las acciones la llevarían al mismo lugar lo quisiera o no.

Tendría un hijo con Draco Malfoy y no podía evitarlo del todo.

Toda su vida la había llevado a ese lugar. Negó un poco cuando comenzó a sentir como las gotas de lluvia comenzaban a caer y adornar el agua estática del lago con diversos círculos definidos y sintió como poco a poco estaba siendo empapada de pies a cabeza.

Una lluvia en septiembre.

—¡Hermione!-La voz de su mejor amigo llegó hasta ella un poco lejana sobre el ruido de las aves que se quejaban por el agua que caía del cielo, de un momento a otro, más tupida de lo que había anunciado.

La castaña observó hacia atrás, a donde daban los jardines para localizar a Harry Potter, cubriéndose de la lluvia con una sombrilla hecha con la varita que tenía entre las manos, se levantó del tronco del árbol en el que permanecía y corrió, aún cuando no podía haberse mojado más de lo que ya estaba.

—¿Pasa algo?- Pregunto ella con la mirada clavada en su amigo, estudiando su expresión y tensándose no por el frío que comenzaba a calarse en sus huesos. Harry se veía preocupado.

—McGonagall nos llamó a la dirección, creo que algo pasó y no creo que sean buenas noticias.-El muchacho acomodó sus lentes mientras cubría a Hermione para que no siguiera recibiendo la lluvia de manera directa

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