VIII

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Aquella mañana, el sol brillaba más de lo normal, las nubes en el cielo azul eran más blancas y más esponjosas, la vegetación era más colorida y abundante, las montañas tenían un verde brillante, los pájaros cantaban con armonía y el pueblo lucía más alegre.

Caminaba con una sonrisa tímida en su rostro levemente teñido de un rojo carmesí, se había peinado con mucho más cuidado su rubio cabello, había comido con diligencia y había besado a su madre en la mejilla antes de salir, incluso su uniforme era mucho más cómodo a su parecer. A pesar de no haber dormido casi nada, se sentía fresco y mucho más energético

Y es que según el latir de su corazón y las múltiples carcajadas que se le escapaban de sus labios cada ciertos segundos, había pasado la mejor noche de su vida.

Luego de aquel increíble desenlace en la madrugada de ese lunes, ambos amantes habían caído rendidos en los brazos de Morfeo, luego de prometerse ser testigos juntos de cada luna que alumbra Mantún luego de amarse como lo habían hecho en aquella habitación de piedra. Luego de quizás un par de horas de sueño, cuando aún el cielo se hallaba salpicado de las constelaciones, habían salido del viejo anfiteatro con sus dedos entrelazados en un fuerte agarre y ambos con sonrisas y gestos de devoción regalados, al contrario.

Cada ciertos pasos se detenían para fundirse en abrazos posesivos y besos profundos acompañados de aquellas sonrisas mutuas y sonrojos que por la oscuridad del camino eran casi impredecibles.

A mitad del camino, el Padre Yoongi había cargado al rubio en su espalda, este se aferró a ella abrazando el blanquecino cuello mientras repartía por aquel besos húmedos y caricias con su pequeña nariz.

- Está haciéndome cosquillas...- Dijo el mayor con una suave risa afianzando su agarre en las piernas de su joven y lúcido amante.

- Solo beso aquello que me pertenece...- Justificó besando nuevamente la piel erizada del mayor.

- Así que... ¿le pertenezco, Park Jimin? – Preguntó deteniéndose para ver de reojo la sonriente expresión del rubio.

- ¡Lo es! – Aseguró – Y yo le pertenezco a usted... Padre Min...

- Parece un trato justo... - Respondió continuando con el camino – Aunque... No me llame más así... - Lo miró nuevamente para besar castamente la rojiza nariz de Park Jimin – Dime Yoongi... Y tutéame, el trato formal se me hace extraño considerando lo que hemos hecho en esta noche...

- Está bien... - Dijo sonriendo, para luego abrazarse posando su mentón sobre los fuertes hombros del mayor y susurrar en su oído – Gracias... Por haber venido...

El mayor se detuvo y lo bajó al suelo para tomar el rostro de Park Jimin entre sus manos y lo miró fijamente tratando de guardar cada espacio de aquel perfecto ángel en su memoria.

- Venir es lo mejor que he hecho en años...- Le dijo en un susurro muy cerca de su rostro y besó sus labios con delicadeza y amor – No podría imaginar que hubiera sido de mí al no haber venido a ti...

Jimin se perdió por unos segundos en aquellos ojos oscuros y gatunos, pudo ver desde allí el brillo en aquellos y como la sinceridad los envolvían, mordió su labio inferior sintiendo como su mirada se cristalizaba y su piel erizaba bajo aquel tique en sus mejillas. Su corazón ya martillaba con fuerza en su pequeño pecho, no podía saber si ahora latía más que hace un par de segundos, pero era, sin duda, lo más hermoso y puro que alguien le había dicho jamás.

Con lentitud, se acercó a él y le abrazó con fuerza, su rostro se hundió en su cuello y sus brazos le rodearon la cintura, respiró con profundidad aquel aroma que destilaba de su piel blanca, era café y miel, según Jimin. El Padre Yoongi le abrazó correspondiéndole, enredó entre sus dedos los rubios mechones del menor y lo atrajo mucho más a él besando la mollera de su cabeza con sus ojos cerrados y el corazón a punto de salir de su pecho.

Half Moon~ YMDonde viven las historias. Descúbrelo ahora