Confusión

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La alarma estalló con mi canción favorita, haciendo un estridente ruido que hirió mís oídos. Gire en dirección opuesta sacando apresurada la almohada para ponerla sobre mi cabeza y poder dormir unos minutos más, cuando lo recordé, lo recordé a él, allí en el sillón de mi habitación sentando frente a mi. Mirándome hasta que perdí la consciencia. ¡Oh Dios mio! me levante de forma repentina, sin importarme que horripilante aspecto tendria.

Los ojos de Jared eran pura frialdad, seguía ahí mirándome sin parpadear, haciéndome perder en sus bellos ojos color verde, ese verde raro, casi transparentoso. Él me observaba con esos ojos turbios e intensos que provocan algo en mi. Entonces recuerdo que es de madrugada, que iré a la escuela y que estoy echa un lío con mi aspecto.

—¿Y bien?— preguntó, mientras carraspeo buscando que mi voz no suene tan ronca.

Él me mira sin decir nada más y gira su mirada a otra dirección que no es la mía, me preguntó si el se siente tan incómodo como yo en estos momentos, por esta situación tan inusual entre nosotros.

—¿No dirás nada? — no puedo negar que mi voz suena con un ápice de curiosidad, por saber que tiene que decirme.

El vacila, manteniendo sus transparentosos ojos verdes sobre de mi.

—No, ya me voy Aranza— se limita a responder.

Tome aire desesperadamente, me quedé embobada con la mención de mi nombre en sus labios, se escuchaba tan jodidamente bien es su seductora voz.

Desvío mi mirada de sus labios, debo enfocarme en mis pensamientos, respiro con fuerza haciendo que aire inunde mis pulmones, mantengo mi rostro serio y sin ninguna emoción, justo como el lo hace.

—Anda pues, ¡largo de mi
habitación!— murmuró.

Pero antes de que pueda levantarme de la cama el está parado justo frente a mi cama, para después empujarme hacia la cama haciéndome caer de nuevo.

—¡Hey! ¿Pero que demonios te
pasa?— le espetó molesta.

A pesar de que la habitación está casi en penumbra, me puedo dar cuenta de la sonrisa que se ha curvado en sus labios, los ojos de Jared a la oscuridad de la noche parecen casi negros, lo que me hacen extremeser el eleva un poco la ceja, y agradezco que la oscuridad de mi habitación disimule el rubor que se a extendido sobre mis mejillas.

—¿Me tienes miedo? Verdad— se burla en mi rostro. Y se acerca un poco más a mi.

—No, miedo no. ¿Pero quien no lo tuviera con alguien como tu?— contraataque, levantando mi ceja y por fin pude fingir una sonrisa.

Se río un poco.

—Pareces ratón asustado—

Lo mire ceñuda, <<tu madre parece raton asustado>> <<estúpido>> pienso mientras intento calmarme.

Nos quedamos en silencio un minuto, mientras me doy cuenta de lo cerca que está su cuerpo del mío. Intento no entrar en pánico, jamás había estado sola y mucho menos. Detallo cada parte de su rostro, su nariz fina y puntiaguda, sus delgadas pestañas, sus labios carnosos, y mi corazón comienza hacerme una mala jugada. Comienza a golpetear fuertemente y veo como sus labios vuelven a curvar una sonrisa.

—Pero... ¿Esos latidos son por mi?— murmura aun con la sonrisa dibujada en sus labios.

Tal vez en otro momento lo hubiera negado. Hubiera dicho mentira tras mentira hasta salirme del aprieto, me hubiera sentido patética al tener esa reacción por un desconocido, teniendo novio. Pero algo en mi cambio de manera inmediata. Jared me hacía sentir extraña, hacía sentir que podía hacer y decir todo lo que siempre reprimia.

—¡Lo adivinaste! —sonreí de manera ironíca.

Jared me mira con el ceño fruncido.

—¿Lo admites?— pregunta, mientras arruga más las facciones de su rostro.

—Claro. ¿Por qué no? — me encogo de hombros.

—Eres muy rara, Aranza— el frunce sus labios, mientras me mira sorpresivo.

Lo ignoro, debo echarlo de mi habitación, faltan veinte minutos para que mis padres despierten como de costumbre.

—Ok, vamos, sal de aquí antes de que nos sorprendan—  lo ánimo mientras intento salir de la cama por el lado contrario de donde se encuentra el sentado.

—¿Sorprendernos? ¿Quién? Y qué pasa si yo soy el que te sorprende...

No logre asimilar sus palabras, entonces se inclino hacia adelante, recortando la distancia que nos separaba, estrellando sus labios a los míos. Un segundo beso. Pero esta vez había sido el quien lo había iniciado. Su boca tomó la mía con fuerza y violencia, haciéndome cerrar con fuerza mis ojos, mientras entrelazo mis dedos hacia su cabello, y tiro de él con fuerza, olvidandome de todo a mi alrededor, mientras el omite un gruñido sexy. Y comienzo a tocarlo más con desesperación.

Él interrumpe el beso, esta jadeando, y yo... Bueno yo ni hablar estoy hirviendo, sintiendo la tensión entre ambos. Abro los ojos poco a poco para encontrarme con ese maldito par de ojos verdes.

—Lo siento— logró murmurar, su beso a dejado en mi, mil y una emociones.

—No debí besarte—  murmura de pronto, haciendo que mi corazón se estrelle.

Lo miró con el ceño fruncido, agradezco que aún las luces estén apagadas, mis ojos se ponen vidriosos por las lágrimas que están a punto de caer, <<reacción provocada del enojo>> por lo que giro mi mirada en dirección opuesta.
El sigue confundido, su mirada hacia mí es tan fría y vacía, como si de pronto hubiera olvidado que sus labios estaban sobre los míos.

En un movimiento rápido, bajo de la cama, y pasó por un lado de él, abro la puerta del balcón sin decir nada. En es momento se levanta de mi cama y me imita pasando por mi lado sin decir nada para luego salir. Cierro la puerta con cuidado, y me recargo sobre de ella, para después resbalarme y quedar sentada en el piso.

Oh jared, lo vas a lamentar.

Es la clase de chicos que se aprovecha de las chicas estúpidas como yo. Siempre debí saberlo, era esa clase de chicos con pinta de Bad boy que solo quiere satisfacer su eggo y sus necesidades, pero si algo había aprendido hoy es a que fui una idiota, que le había pintado el cuerno a su novio, y que desde hoy jamás volvería a tener contacto con jared Stark.

. . .

Corro entre la masa de chicos que se dirigen a sus diferentes materias. Pará cruzar el pequeño puente que me divide del área de medicina. Roberto está próximo a salir de clase, y quiero asegurarme de verlo. Hasta que lo veo salir de uno de los salones junto a sus compañero de clase, gira y me encuentro con sus ojos color Ambar lo que hace que un repentino nudo se forme justo en la boca de mi estómago.

—¡Corre! No te detengas Aranza— me grita para animarme, trato de seguir el ritmo hasta que ya no puedo más.

Inspiró con agitación, intentado tomar todo el aire posible.

—Hey, detente no puedo más—le suplico al ver que no a dejado de caminar en dirección opuesta.

—¿Te sientes bien?- pregunta con preocupación.

—Si, solo que no me gusta correr, y lo sabes— le recriminó mientras seco rápidamente el sudor de mi frente.

Sonríe y mueve suavemente la cabeza.

—El día que intentes hacer deporte conmigo, esto no sucederá. Pero eres tan terca que dudo que algún día tu y yo tengamos algo en común— lo dice en broma, por lo que solo puedo finjir una sonrisa.

El Chico De Al LadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora