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Era sábado por la noche, y todo me daba vueltas, Lu estaba en la esquina de mi habitación con su sucio conejo de felpa. Ya tenía una hora ahí observando como Mar hacia magia con la tenaza en mi cabello, esto era un horror, el cabello estaba lacio hasta la mitad y unos finos y flojos rulos bajaban en lo que restaba del cabello, después de varias quejas de dolor provocadas por el hirviente humo que desprendía.

—¿A dónde irán?—pregunto Lu

—A la fiesta de bienvenida de los vecinos Lu—

—¿Me llevarás hermana?—

—No, es fiestas para chicas grandes—le expliqué mientras Lu se cruzaba se brazos con expresión de enojo nuevamente.

—¡Oh dios! He terminado. Puse la ropa en la cama, apresurarte ya es tarde—me ordenó Mar

Gire para verme en la enorme luna de espejo que tenía, pero no me lo permitió. Camine lentamente y busque la ropa "adecuada" según Mar para una fiesta. Pero no había nada.

—¿Dónde está el vestido?—pregunté preocupada.

—¿Cuál vestido?—me miró con el ceño fruncido. —ahi está la ropa— alargó su dedo y me indico donde estaba.

Observe un cuadro negro que brillaba, la tomé entre mis manos, una diminuta falda de lentejuela colgaba de mis manos y junto a ella había una blusa blanca de una tela transparentosa.

—Pero que rayoss..—

—¡Calla! Ni una palabra!—

Media hora más tarde, caminábamos hacia la casa de los Stark. Mi calle estaba abarrotada de muchos autos, para todos los gustos, colores y sabores.
Las piernas me temblaban, las miraba una y otra vez, el color blanco de mis largas piernas resaltaba ya que siempre llevaba jeans o vestidos largos, me sentía avergonzada por mostrar un poco más de piel que de la acostumbrada, Mar parecía deseosa de entrar al lugar. Ella vestía un pequeño short con una blusa negra descubierta de la espalda...
La casa era toda una atracción, llena de luces de colores y adornada con miles de globos en tonos metálicos y de todas las formas posibles. Caminamos hasta llegar al portón donde una chica de aspecto misterioso con un antifaz nos esperaba a la entrada, y nos entregó un antifaz a cada una. Esto ya me daba miedo.

—Que se diviertan— la chica nos sonrió, sus ojos azules penetrantes resaltaban del antifaz negro que llavaba puesto.

Ambas sonreimos, y nos adentramos a la casa, el patio estaba abarrotado de chicos con vasos rojos en las manos, supongo que alguna bebida, no reconosiamos a nadie ya que los antifazes algunos les cubrían la cara por completo.

—A ver—Dijo Marina, mirando en varias direcciones.

Un momento se silencio.

—¡Allá está!—exclamó Marina agitando la mano por encima de su cabeza —¡Aquiles! ¡Aquí!—

Observe como un chico de smoking negro volverse hacia nosotras su antifaz solo deja a la vista sus labios rectos y después una sonrisa se iluminó en su rostro, dejo la copa que tenía en sus manos y avanzo tan pronto como pudo hacia nosotras. Me quedé helada, yo no era tan buena para reconocer a alguien asi.

—Buenas noches señoritas—saludo Aquiles con una sonrisa tan ancha en su rostro.—¿Les ofrezco algo de beber?—

—Si, si un Martini para las dos— ordenó Mar.

—No. Yo no voy a tomar está noche—
Me apresure a disculparme.

—¡Oh vamos! Aranza—

Negué con la cabeza, mientras le daba una sonrisa de disculpa a Aquiles, quién pronto me la devolvió.

El Chico De Al LadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora