3. Un joven policía para cada ocasión

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Miller

Pueblo: Vernnol.

Lugar: Estación de policía.

El cigarrillo mentolado comenzaba a actuar de manera mágica en mi sistema. Expulsé el humo dejándome llevar por la sensación, cada calada era una especie de transitoria liberación. Una gota de vida, un sorbo de licor y una garantía de un suspiro finalmente liberado, pero incluso todas esas porquerías no lograban aliviarme el martilleo en las sienes ni la compilación de todas las canciones de death metal que estuve escuchando toda la noche y parte de la madrugada.

- ¡Miller! – aquí vamos, el grano en el culo parece que requiere de mi atención.

Me incliné al otro lado de la camioneta para ver a través de los vidrios a Frerguson, un viejo malhumorado jefe de policía.

Suspiré con pesadez antes de ir a su encuentro, esperándome fuera de la estación. El hielo formando surcos a un lado de la calle, el frío colándose por cada extremidad, así es este pueblo asqueroso, aunque últimamente se tornaba más frío mientras anunciaba sus catástrofes. Siempre con su escala de grises, lúgubre y tétrico, justo como me gusta.

Me giré sobre los talones para verme en el espejo vislumbrando un aspecto deplorable – dentro de la escala de mi atractivo, claro- sombra bajo mis ojos, más acentuada esta vez, cabello húmedo engominado y con las puntas de un rebelde mechón tocándome el párpado, no demoré quitarlo del camino peinándolas atrás con la punta de los dedos. Llevaba varios días sin dormir, no es algo inusual, pero en los últimos días se había incrementado el insomnio, mi cabeza no para de doler, era como si de un momento a otro fuera a explotar.

Mi alimentación y necesidades básicas habían estado un tanto descuidadas.

Parecía un personaje de Tim Burton solo que en escalas de atractivo muy elevadas.

Arrojé el cigarrillo a un lado, a lentas zancadas tomándome todo el tiempo posible me dirigí a Frerguson, un hombre que se veía bajito a mi lado, pero que emprendía su hazaña en verse intimidante, me tenía miedo y hacía bien tomando en cuenta la información que me estaba reservando de él, me serviría de mucho si el mundo no estuviera a punto de convertirse en nada, en especial el pueblo. Muchas cosas arderían al final, lo sé. Y mentiría si dijera que me daba miedo quemarme, me gustaba mucho el calor abrasador de las llamas.

Llegué finalmente a su lado y torcí mi comisura en una sonrisa ante su gesto de desprecio.

- ¿Qué tienes para mi niño? – no parecía anoche un niño cuando estuve con su hija, me trago ese pensamiento, al igual que su hija se tragó... bueno eso no importa. Le paso a un lado con cautela y algo de inevitable diversión -, no tengo mucho tiempo.

Apreté los puños varias veces y regulé mi respiración.

Necesitaba controlarme, mi humor estaba empeorando cada vez, no sería bien visto que un policía golpee a otro sin motivo alguno más que solo el de su existencia repudiable.

- No tomará mucho tiempo – respondí con calma siguiéndolo a su oficina.

- Bien – tomó asiento y lo imité. Sus ojos rasgados y acuosos me miraron seriamente, sus cejas canosas y espesas junto a sus cuencas pronunciadas lo hacían ver como un búho. No me intimidaba, sus intentos de severidad no funcionaban en mí.

Al final alejó su mirada de la mía y carraspee antes de hablar.

- Se mueven cada cierto tiempo... - mentí con facilidad, encogiéndome de hombros como quien quiere la cosa, sin prisas, con rodeos a veces así funciono.

- Cada cierto tiempo ¿Cuánto? – presionó abriendo un poco más los ojos incluso si eso parecía imposible, su cara casi me hiso partirme de risa de no ser porque también me enfadaba tener que ver su cara de altanería.

CHERRIES ©️ (COMPLETA PARTE 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora