UNA ESPERANZA

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Los personajes no me pertenecen exclusivamente a sus creadores Nagita e Igarashi.

Candy se despertó al escuchar el crepitar del fuego de una chimenea, abrió los ojos y observó que se encontraba recostada en una cama cálida y estaba cubierta con una manta suave. Se alarmó al sentirse totalmente desnuda. Fijó la vista al escuchar el ruido de unos trastos y vio a un hombre de espalda, alto y al parecer estaba cocinando algo. Sintió miedo y vergüenza. Se removió e intentó levantarse pero todo le dio vueltas.

-No se levante-dijo el hombre acercandose a ella. Candy al fin pudo apreciar el rostro de este hombre. Y se dio cuenta que era un joven sumamente atractivo. Rubio y con una melena aleonada que le llegaba a los hombros.

-¿Dónde estoy?-preguntó Candy en un hilo de voz y cubriendose mas dejando solo descubiertos sus ojos.

-No tema, que te has caído desde el peñasco, caíste al lago. ¿no recuerdas?. A Candy se le vinieron los recuerdos como flashes y recordó que perdió el equilibrio y cayó al lago. En ese momento se angustio y preguntó que horas eran.

-Digame, ¿qué horas son?.

A Albert le causo admiración esa pregunta. Puesto que llevaba dos dias inconciente.

-Llevas dos días inconsciente-respondió Albert. Candy se sorprendió demasiado pensando que quizás se ha dado cuenta de su maldición.

-Ten, toma esto-dijo Albert extendiendole un trasto con un caldo caliente. Candy no quería sacar su mano se sentia expuesta. Albert puso el trasto en una mesita y se acercó mas a ella. Posó su mano en su frente para revisar que no tuviera fiebre. Candy se sobresalto y se volteó de lado.

-Espera chiquilla, has tenido fiebres el agua estaba helada-contestó Albert seco. A candy le molestó que la llamara así no era una chiquilla pronto cumpliria 19 años. Candy por fin pudo apreciar unos hermosos ojos azules y le dio un vuelco el corazón. Se dio cuenta que este hombre era sumamente atractivo.

-Tú, ¿me has rescatado?-preguntó Candy mirándole fijamente. Albert se dio cuenta que ella tenía unos hermosos ojos verdes y sintió algo extraño recorrer en su cuerpo.

-Sí, estaba cerca... pescando y vi cuando caías-contestó Albert desviando la mirada.

-Tú, ¿me quitaste las ropas?-preguntó Candy avergonzada. ¿me has visto desnuda?-preguntó Candy alarmada.

-Sí, pero lo tenía que hacer si no ahora estuvieras con una pulmonía-contestó Albert sin inmutarse.

-¡Eres un fresco! ¡me has visto desnuda! No es nada caballeroso-contestó Candy enojada.

-Tampoco como si pudiera ver gran cosa-contestó Albert burlón- eres una mocosa así que tu virtud esta intacta. Candy sintió su cara arder de coraje y se decepcionó al saber que no era de su agrado. Le dolió en su ego. Pero que le importaba la opinión de un desconocido. Debería agradecer que le rescató y ahora esta sana y salva.

-Gracias-contestó Candy evitando echar la bronca.-¿ Dónde estan mis ropas?. Preguntó Candy, queria vestirse rápido e irse no podia creer que habian pasado dos días su familia estaría preocupada. Pero se le alojó en la mente su maldición y que este hombre se haya enterado de esto. Debía preguntar pero no sabía como abordar el tema.

Albert le pasó sus ropas y se dio media vuelta para que Candy pudiera vestirse. Candy pensó que lo mejor era que se saliera afuera, pero no discutirá mas. Candy se apresuró a vestirse. Mientras este hombre continuaba dándole la espalda. Albert estaba sumamente nervioso aunque quiso ser todo un caballero al fin hombre había admirado ese hermoso cuerpo desnudo, lleno de diminutas pecas y esa piel suve y blanquecina. No era una chiquilla era toda una mujer. Senos voluptuosos, cintura estrecha y caderas firmes. Jamás habia tenido contacto con los aldeanos y menos con mujeres le parecía sumamente hermosa. Desde la muerte de su madre y abuela se habia enclaustrado en este lugar. Al crecer se dio cuenta que tenía los poderes de su madre y abuela e hizo un hechizo para mantener en anonimato aquel lugar. Cada que un aldeano quería cruzar el sendero se perdía en el acto. Le extrañó demasiado que esta mujercita lograra llegar hasta aquí. Al rescatarle imaginó que había muerto, pero respiraba y decidió llevarla a su cabaña y atenderla. Se había asustado demasiado cuando no volvía en sí.

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