Capítulo trece

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The Diggory Heiress 13: Aquí es cuando acaba

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The Diggory Heiress 13: Aquí es cuando acaba.

Cedric levantó a su hija del suelo con sutileza, cuidando de no empeorar sus mortales heridas. Fue depositada delicadamente sobre una camilla y fue transportada hacia el interior del edificio con bastante rapidez, la multitud sabía que si no se le atendía a tiempo, podría morir desangrada. Estaba consciente, observando el techo con detenimiento conforme avanzaban por los pasillos. Pandora le acarició dulcemente el rostro antes de apartarle un mechón castaño de su frente, como si estuviese compartiendo su dolor con aquel simple gesto.

La enfermería poseía un ambiente gélido y lúgubre, un lugar perfecto para matar esperanzas. Fue depositada en una de las camas e inmediatamente cubierta por frazadas, todo mientras Madame Pomfrey recorría la habitación en búsqueda de díctamo. Quiso pedirle que guardase calma y no se dejara llevar el impulso de salvarle la vida, pero las palabras no abandonaban su boca ni aunque las tuviese en la punta de la lengua. Por otro lado, sentía que en cualquier momento perecería por hipotermia y la creciente incomodidad del cabello húmedo empando el uniforme estudiantil.

Pandora actuó tan rápido como si hubiese utilizando Legeremancia, convocando un encantamiento que proyectó una agradable brisa tibia hasta escurrir cada extremidad del cuerpo. La enfermera retornó sus obligaciones dispuesta empaparla con díctamo debido a la gravedad de sus heridas, levantó su retorcida varita y luego comenzó a susurrar hechizos favorables. Artemis gimió de dolor, la cabeza iba a estallarle en cientos de fragmentos si no hallaba reposo cuanto antes.

– Estarás bien. –aseguró su madre, acariciando cada mechón de cabello con dulzura. Sin embargo, no podía ocultar su voz rota por mucho más tiempo. La culpabilidad estaba carcomiéndole cada esperanza marchita, finalmente reflexionaba lo cruel que había sido el destino de su heredera–. Te repondrás y regresaremos a casa, viviremos como una hermosa familia. Ahora eres libre, hija mía.

– Él era capaz de amar. –susurró como respuesta, y Pandora supo inmediatamente a quién se refería la muchacha. Artemis humedeció sus agrietados labios, pensativa–. Debe odiarme con todas sus fuerzas, es decir: ¿quién no me odiaría?

No existía peor desdicha para una madre que observar cómo la existencia de su hija se apagaba silenciosamente, como si alguien estuviese titubeando al soplar una vela. Sostuvo sus manos con ímpetu, grabando el semblante ajeno por siempre en su memoria. Visualizó la sangre que fluía libre por sus heridas, el tono de su piel volviéndose cadavérico y sus ojos nublados por densas nubes.

En su lecho de muerte, Artemis cerró los ojos para conservar sosiego. Decir que estaba asustada era poco, pero quería subsistir hasta los últimos latidos del magullado corazón. Ahogándose en desesperación, un sentimiento destrozaba el alma sin mediar consecuencias. Salpicada en lágrimas y sangre podrida, percibió su fin. Gritó cuando sus heridas ardieron como fuego, era díctamo siendo esparcido por magulladuras que dejarían cicatrices. Y aunque dolía, no era suficiente para hacer caso omiso a los pensamientos masivos que inundaban su cabeza como una tormenta caudalosa.

The Diggory Heiress | #TMT 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora