Capítulo 14 - Final

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Diana estaba sentada en una silla metálica y abrazaba sus piernas mirando a la nada, frente a ella María Alejandra empezaba a despertar.

La habitación estaba fría, pero no era desagradable.

—Lamento no haberle aplastado la cabeza antes —murmuró la chica y Diana la miró.

—Supuse que recordarías —dijo con una pequeña sonrisa— tu mutación avanza muy rápido. Supongo que todas esas mordidas nuevas ayudaron.

—¿Cómo estás? —preguntó y Diana rió, pues la que estaba herida y convaleciente era ella.

—Lorenzo había contactado a los líderes que estaban detrás de Lilith. Mi abuela solo quería alejarte de él y yo te llevé directamente a la cueva del lobo. Ya saben de ti y todo lo que puedes hacer —suspiró cansada.

—Lamento lo de tu abuela.

—Es interesante que lo menciones —sonrió—, Lilith lo consiguió.

—¿De qué hablas?

—La inmortalidad es un arma de doble filo —murmuró—, tienes vida eterna a cambio de ver el mundo destruirse a tu alrededor. Mi abuela va a estar bien, por ahora.

—¿Está viva?

—Por mucho tiempo más —dijo chasqueando la lengua—, ha vendido su alma. Aunque su alma no tiene mucho valor. Estuvo planeando todo, cada detalle. Ella quiso acabar con la élite que nos dominaba, era una doble espía.

—De alguna manera eso no me sorprende —bufó María Alejandra.

—Ya no hay nada más qué hacer. Estoy agotada, no quiero luchar más. No quiero líderes, rebeliones, ni traiciones —dijo acercando la silla hacia María Alejandra y recostándose en su hombro—, sin embargo, Lilith ha enviado esto. —Extendió una carta para que la chica lo leyera. En ella pedía su ayuda para acabar con todos los que querían crear ejércitos de muertos vivientes y con quienes ella misma había negociado, como una cortina de humo, a María Alejandra. Ese siempre había sido su plan. El exterminio de los poderosos.

La reunión de la élite estaba pautada para el día siguiente, en ella se iba a negociar la entrega de María Alejandra, junto con otros dos cuervos que estaban en proceso de mutación. Lilith se había encargado de enviar grabaciones de la chica transformada y todos ansiaban poder verla con sus propios ojos, y comprarla, por supuesto.

Diana se rehusó, no quería ponerla en peligro una vez más, pero María Alejandra aceptó con la condición de que la dejaran en paz y Lilith aceptó.

—Mi abuela se ha puesto como loca —le contó a Diana mientras arreglaba sus cosas—, le prometí que sería la última vez —suspiró.

—Lo será si dejas de seguir aceptando misiones suicidas de una vez por todas —respondió Diana escondiendo su histeria.

—Ya, prometo que será la última vez.

Rafael entró a la sala y les indicó que el helicóptero ya estaba listo para salir.

—La reunión será en la Isla de San Martín. Diez líderes estarán en la venta, habrá mucha seguridad, pero no hay margen de fracaso —explicó el chico—, Lilith estará presente hasta que acabe todo.

—¿Y luego qué? —preguntó María Alejandra.

—Podrás irte a donde quieras, tendrás un helicóptero a tu disposición —respondió.

La chica asintió en un suspiro y salió.

—La verdad es que no quiero asesinar a nadie —dijo nerviosa al abrocharse el cinturón.

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