Capítulo 11

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La libertad está cerca. La frase aun retumbaba en su cerebro como un hilo de luz que atraviesa una oscuridad espesa. En su habitación, sentada al borde de la cama miraba una pantalla que reposaba sobre una mesita. La pantalla reflejaba una habitación blanca, con una cama en el centro y un jarrón con flores que ella misma había puesto y encima de la cama, María Alejandra dormía.

Cada segundo que pasaban entre esas paredes, era valioso tiempo perdido, pero la chica tenía que recuperarse. Tenían cinco días para robar un auto e irse a la isla, donde estaba la Rebelión de los No Muertos: un grupo de científicos, ex militares y sobrevivientes.

Palpó el tubo de ensayo entre sus dedos. El líquido dorado relucía en la oscuridad. El antídoto que había logrado crear, no funcionaba. Había matado a cuervos antes, pero aquel líquido dorado en sus manos, que había obtenido gracias a la sangre de María Alejandra, lograba revertir la transformación. La pregunta era, si lograba revertir la transformación en todos los cuervos o solo en los cuervos evolucionados como ella. Desconocía también, si lograba revertir la transformación de los resucitados. Eran demasiadas preguntas, tenía que empezar sus experimentos, pero en Eternidad no podía hacer nada sin que Lilith se enterara.

—Su auto blindado está listo, majestad —la voz de Mercedes la sobresaltó y su ironía la dejó pasar.

Mercedes pertenecía también a la Rebelión de los No Muertos. Había sido encontrada en un buque pesquero, cerca de la península, casi muerta. La Rebelión la rescató, la entrenó y la devolvió al mundo exterior para que se infiltrara en Eternidad, pero estaba desquiciada. Adoraba el mundo en el que vivía, el peligro y disparar a vivos y muertos. No parecía tener un objetivo, ella solo hacía lo que le pedían los líderes y lo disfrutaba. Sin embargo, era sumamente leal a su causa.

—¿Dónde está Lilith? —preguntó poniéndose de pie y guardando sus cosas en un koala que se cruzó en su torso.

—Negociando a tu nueva novia —respondió resentida—, escuché que estaba realmente apurada por hacerlo. Teme que te la lleves.

Diana rió. Lilith siempre sospechaba lo correcto.

—Mis amigos vigilan la entrada de la sala donde está. En cuanto este aparato suene —dijo mostrando un diminuto círculo de plástico con un bombillo igual de diminuto en el centro—, tu tiempo se habrá acabado.

La chica salió de prisa y buscó a Rafael. El muchacho salió ataviado de maletas.

—Sigo sin entender por qué te gusta —dijo Mercedes dando zancadas a su lado—, vas a meterte en demasiados problemas.

—Es necesaria para la causa y el hecho de que me guste es un plus —confesó—, significa que haré lo que sea para mantenerla con vida hasta que lleguemos a la isla.

—Pues hubiese deseado ese fervor hacia mí —rió la chica.

María Alejandra había despertado y era escoltada por la hermana de Rafael.

—¿Quién es ella? —preguntó con un deje de celos en la voz.

Diana y Mercedes caminaban rápidamente delante de ellas hacia el auto blindado.

—Creo que es la novia o algo así —respondió sin prestarle mucha atención.

—¿Novia? —preguntó indignada.

María Alejandra subió al auto. Diana le ofreció su mano para que la tomara y subiera pero la chica solo frunció el ceño y subió por su cuenta, dejando a Diana confundida.

Se sentó junto a Rafael con la mirada al frente.

—¿Qué le pasa? —susurró Mercedes.

—Es un puto cuervo —contestó la hermana de Rafael—, hasta yo estaría de mal humor.

Diana se acercó a la chica.

—¿Estás bien? —preguntó en voz baja y María Alejandra le lanzó una mirada fulminante— Si es por lo que pasó antes de la prueba —dijo apenada—, no volverá a pasar, solo olvídalo, lamento haberlo hecho.

—¿Cómo te atreves a besarme teniendo novia? —le reclamó en voz baja— Eres una imbécil —dijo furiosa.

Rafael se ahogó mientras intentaba no reír y Diana lo miró con odio.

—Lo siento, me voy —dijo el chico cambiándose de lugar.

—¿Disculpa? —dijo sentándose frente a ella escondiendo una sonrisa— Yo no tengo novia.

—¿Y quién es ella? —preguntó coloreándose de rojo.

—¿Estás celosa? —preguntó Diana sin responder la pregunta conteniendo una sonrisa.

—¡No! —exclamó y todos voltearon a mirarla.

—Ella no es mi novia —dijo en voz baja sin dejar de sonreír.

El auto se inundó con el sonido del intercomunicador de Mercedes, quien encendió y aceleró hasta la puerta trasera del bunker. Sus dos compañeros salieron y se subieron.

—Buenas, buenas, hola chica cuervo, que bueno conocerte —dijo uno de ellos—, Lilith va hacia tu habitación —explicó—, será mejor que aceleres y salgas de este maldito lugar —dijo esta vez palmeando el hombro de Mercedes.

—¿Qué? ¡No! —María Alejandra se impacientó— ¿Y mi abuela? —preguntó encarando a Diana.

—Mija —la voz de su abuela surgió desde el fondo—, llevo media hora sentada aquí atrás. —Todos estallaron en carcajadas y salieron dejando una nube de polvo atrás.

Estar con Mercedes al volante era más peligroso que estar rodeada de resucitados. La chica manejaba como si el mismísimo infierno la persiguiera. Los dos chicos que habían subido de últimos empezaron a cargar armas largas.

—En cualquier momento nos alcanzarán —dijo Diana al ver que María Alejandra miraba la escena sin entender—, Lilith no te dejará ir tan fácil.

Y así fue, dos camionetas negras aparecieron de la nada muy cerca de ellos. La persecución empezó y ambos muchachos empezaron a disparar.

—Horda a la derecha, a dos calles. Puedes entrar y perderlos en la transversal —anunció Diana que iba de copiloto.

Mercedes giró bruscamente hacia la derecha y visualizó la horda de resucitados. Una de las camionetas la siguió y justo antes de arremeter contra los muertos, se desvió magistralmente hacia la izquierda, regresando a la vía principal y dejándole un festín de carne fresca a aquellos indeseables seres.

La segunda camioneta seguía detrás de ellos.

—Richard —dijo Mercedes al chico que intentaba estallar las llantas del auto—, apunta, por amor a Dios, no le has dado ni una sola vez a la estúpida camioneta.

—Si no manejaras como una desquiciada pudiera hacer algo al respecto —refutó él.

—¡Tengo que manejar como una desquiciada para que no nos atrapen, maldito imbécil! —exclamó acelerando aún más.

María Alejandra se exasperó y tomó el arma de Richard, esperó cerca de cinco segundos mientras apuntaba y disparó. La camioneta derrapó enseguida, la llanta explotó e hizo que el auto se volcara hasta chocar con una escultura de piedra.

—¡Así se dispara, mija! —la felicitó su abuela dándole un beso en la frente.

Todos rieron eufóricos y llegaron a la costa con la adrenalina en las venas. Y ahí, en el mar, reposaba una impecable lancha de color blanco y sobre ella, una tripulación sonriente.

—¡Lo lograron! —gritaron alegres— ¡Suban ya! ¡La isla los espera!

—¿La isla? —preguntó María Alejandra.

—Nos vamos a Margarita —respondió Diana con una sonrisa.

***

Hola!! De verdad, de verdad, lamento haber dejado esto olvidado. Me enfoqué en nuevas ideas para nuevas historias y esto lo fui dejando atrás, pero prometo que lo terminaré, porque estoy emocionada porque vean las historias geniales que vienen ahora.

Besitos y abrazos, los quiero!

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