Fantasma [César]

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Los pibes siguen acercándose con trapos, con promesas, con preocupaciones. César los aparta con gritos, con empujones, con maldiciones. Y pasa sus cortas uñas con furia sobre la piel de sus muñecas, sobre sus tobillos, sobre sus nalgas. Duerme, y voltea con brusquedad cuando ese aliento putrefacto parece volver a chocar en su nuca, cuando esas manos mojadas amenazan con volverlo a retener, cuando esas embestidas juegan con volverlo a romper. Es su imaginación, se consuela, no va a volver a pasar, se convence.

Y jura venganza. Porque le cuestan otros largos meses volver a tocar a alguien, volver a mirar a los ojos, volver a caminar solo.

Aún hay sangre en sus calzoncillos. Sus manos tiemblan, todavía. El falo grotesco parece seguir moviéndose dentro de él, cada vez más brusco, como un miembro fantasma que profanó aquello que tanto se esforzó en defender.

Lo supera en silencio, como todos y cada uno de los marginales que lo acompañan. Y sus amigos le dan el único alivio que consideran válido para aquello que no saben, pero que sospechan: ver morir al hombre que se llevó a la tumba un pedazo más de la poca pureza que podía presumir.

Pero César no vuelve a sentirse limpio. Nunca más.

ROSARIOS DE COLORES | EL MARGINALDonde viven las historias. Descúbrelo ahora