Colombia come callado.
Le sonríe al mayor de los Borges, le facilita todas las situaciones que se le presentan y le brinda el apoyo que necesita como el buen mano derecha que es. Y Borges es todo risas y palmadas de felicitación.
—¡Ah!
—A ver si me hace el favor y me cierra esa boquita si no la va usar como se debe.
James acorrala un poco más el cuerpo del pibe, con la boca pegada detrás de su oreja, y el pecho aplastando su espalda sudorosa. Diosito se sostiene de la pared con las palmas de las manos, y apoya la frente en ella, jadeando y siendo ruidoso. Tan ruidoso que James se preocupa.
Porque Mario Borges es un hombre controlador. Todo lo quiere bajo su poder, bajo su autoridad. Y su hermanito, el travieso Diosito, no es una excepción. Es el mayor tesoro, el juguetito favorito, el nene privilegiado.
Es el más rico, también.
—James, James, James... —repite él como si fuera el único nombre que recuerda, y se mueve de adelante hacia atrás, penetrándose a sí mismo a falta de atención.
Colombia lo sostiene de la cadera y murmura de gusto, devolviendo su mirada a donde sus cuerpos están únidos. La desnudez completa de Diosito, con esa piel bronceada y marcada, lo recibe y le arrebata un gemido. Separa un poco más las piernas ajenas, y se traba un poco por sus pantalones enredados en sus tobillos.
—Estoy tragado con usted —le susurra en una confesión que sólo la calentura puede confirmar, brusco y desesperado, y mueve sus caderas de manera que entra completamente en él de ese solo movimiento.
—¡Ay! —solloza Diosito, y las piernas le tiemblan.
Colombia toma un ritmo constante, y penetra demasiado profundo en Diosito, tanto que le cuesta respirar y sigue transpirando como si estuviera corriendo de la cana.
—Te estoy martillando bien rico, ¿eh? —jadea, y Diosito tira la cabeza hacia atrás para volver a gemir. Apoya la nuca en el hombro de Colombia, y él aprovecha para morderle el costado de la cara. Mete dos dedos en su boca abierta, y los sonidos que salen de sus labios sólo son interrumpidos por el constante chasquido de sus pieles húmedas.
El hermanito de Mario Borges acaba con la verga de su más grande aliado bien enterrada en el culo. No debería provocarle tanta satisfacción, pero James no puede borrar la sonrisa jocosa en cuanto vuelve a cruzarse a Marito, después del polvito del día.
—Buen día, jefe —saluda, y sigue caminando mientras se fuma uno.
Colombia come callado, sí. El único problema es callar a Diosito cuando se lo come.