tRes piezas.

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~Consigue una vida~

El filo del mensaje, con su frío pulsante, ordenó la distancia de las almas errantes.


Lunes por la mañana.

Los salones se encontraban en correcta armonía, mientras los docentes impartían sus respectivas clases. El colegio católico Luz era conocido por su rectitud y formación de calidad.

Nicolás aprendía sobre álgebra. Su salón de clase estaba en relativa calma. La sección a siempre resaltaba, era la mejor, en comparación con el salón rival: la sección e.

Daniel recibía clases de mecanografía y su salón estaba en relativa algarabía. La profesora luchaba por obtener el control de la clase. Se rindió al rato, y sentada con su celular le ordenaba a toda la clase cada cinco minutos cerrar la boca.

—¡Jóvenes!— exclamó la señora irritada por sexta vez; nadie le prestó atención. Volvió a exclamar. Ahora existía un poco más de calma—. Hagan silencio, ¿Les pica ese culo?

Tiempo atrás eso habría provocado muchas risas entre los estudiantes, pero ya estaban acostumbrados a sus insultos recurrentes.

—Es como tener una hora libre de clases— comentó un compañero de Daniel a su lado. Emily leía tranquila en el puesto a su lado derecho.

La algarabía regresó. La profesora se resignó.

—¿Qué tal el libro, Emily?— Daniel se acercó a su costado, observando las páginas llenas de palabras desde su hombro.

—Me agrada, es de una prostituta.

—Uuuh— agregó con exagerada intriga.

—Si termino el libro puedo dártelo, pero a vos no te gusta— y realizando el gesto de comillas con sus dedos dijo—, "La literatura pesada."

—Es muy técnica y me pierdo en el libro, además, no me agrada mucho la idea de tener siempre conmigo un diccionario.

—Solo te gusta Paulo Cohelo y pinches libros de autoayuda— volvió su vista al libro—. Debes probar nueva literatura.

—¡Con la autoayuda no te metas!— Emily siguió leyendo, ignorando su reclamo.

Justo en ese momento, por los azares del plan de estudios, cuatro chicos de la sección a tocaron la puerta con ansías. Al abrir, los estudiantes notaron a Nicolás entre el grupo de chicos.

—¡Daniel te buscan!— gritó uno de sus compañeros. Nicolás frunció el ceño mirando a quién gritó la frase. Varios estallaron de risa.

—Necesitamos calculadoras, ¡tenemos examen de álgebra!— comentó una chica de cabello corto, gordita, a todo el salón—, por favor.

—Oh, que raro— comenzó hablar quien había gritado lo anterior—, ustedes son perfectos, somos nosotros quienes siempre les pedimos cosas a ustedes. La sección a no brilla tanto después de todo.

—Necesitamos calculadoras, ¿Tienes o no?— preguntó la misma chica, ignorando la provocación de Ricardo.

—Por favor, es urgente, ¡Es álgebra!— Comentó otro de los cuatro chicos. Nicolás continuaba con la expresión de fastidio en su rostro. Siempre era así cuando hacía acto de presencia en la sección e: surgía chistes y comentarios de ese tipo. Desagrado era lo único que sentía por el chico del suéter verde.

Daniel comenzó a sudar, nervioso, observando a Nicolás con cautela, preparado para voltear la mirada si sus ojos se cruzaban.

—Es tan lindo— dijo Daniel a lo bajo, Emily lo escuchó, y soltó una risa.

Miraba por la ventana, y me caí.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora