Cuando llegó a casa, después de caminar 20 minutos, su cuerpo le pedía a gritos una siesta. Eran las 12:55; tenía una hora para llegar al parque sur. Decidió dormir un rato, luego tomar una ducha rápida e ir al lugar asignado.
Por otra parte...
Jessica miraba su rostro en el espejo, dando vuelvas al asunto: hablaría con un extraño que su psicóloga asignó, en un parque lleno de gente. Claro, ella lo había visto en los pasillos, pero, ¿Y si había silencios incómodos? ¿Y si él decidía entablar una conversación banal? No estaba segura de querer hacerlo.
Eran las dos, y desde la piel de la chica observaremos, en primera fila, lo catastrófico del asunto.
Desde la ventana de Jessica...
Llegué al lugar de las hermosas flores, y me senté en el banco de concreto que había allí. Esperé, mirando el paisaje y las personas. Algunas parejas ocupaban sitios en el césped, mientras se abrazaban o besaban. Aveces me cruzaba con sus miradas, lo cuál me hacía sentir incómoda."No me miren, no me miren, no me miren", pensé.
Seguí esperando al chico. Pelo desordenado, moreno, algo torpe... Marlenne me dio esa descripción. Según ella su nombre era Daniel.
Miré el reloj, han pasado diez minutos.
Quizás se arrepintió. Esperaré cinco minutos más. Al pasar dos minutos lo ví corriendo por todo el parque, observando la zona florar con desespero, hasta que me vió, y sonrió.
Le devolví la sonrisa con algo de dificultad. Él se acercó y me extendió la mano, la miré, dudando; estaba sudada, como su rostro.
—Hola, ¿Eres Jessica?— Seguía con su mano extendida, afirmé— Me llamo Daniel.
—Mucho gusto— Dije en voz baja, algo incómoda. El chico fue bajando su mano poco a poco, su sonrisa se tornó algo triste. Perdoname chico, no eres tú, soy yo.
—¿Puedo sentarme?— Señaló la banca. Me hice a la derecha—. Gracias— Sonrió. Tenía un agradable olor aunque hubiera corrido a causa de su impuntualidad, o eso creo.
Oh no, silencio incómodo...
De reojo ví al chico mover sus piernas como niño, mientras observaba las ramas de los árboles junto al cielo azul. Decidí cortar el silencio; para silencios mi habitación y yo.
—Y, ¿Cómo estás?— Mi voz era dudosa y baja, algo típico.
—¿Disculpa?— Acercó su odio— Soy algo sordo y torpe— Se rió—, soy sotorpe.
—Oh, pues, te preguntaba cómo estabas— ¿Era eso un chiste? ¿Debería reírme?
—Estoy bien, algo preocupado, tengo examen de inglés mañana. ¿Y tú?
—Um, bien creo.
Y como el mal invitado que era se volvía hacer presente, ocupando sitio entre nuestra distancia en la banca, con una sonrisa ladina. Al rato fue él quién lo espantó. Vete silencio incómodo, vete.
—¿Te gustaría una paleta?— Se levantó—, hace mucho calor hoy— Observé que llevaba puesto un suéter verde, sonreí. Acepté el regalo.
Me levanté para ir a su lado. Caminamos un minuto mientras buscábamos al heladero por el lugar. Daniel me mostró unas ardillas que jugaban en un árbol.
—Me agradan las ardillas, mira como juegan— Daniel se emocionó como un niño pequeño; era gracioso. Al mirar otra vez a las ardillas nos dimos cuenta—. Espera... están peleando.
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Miraba por la ventana, y me caí.
Ficção AdolescenteDesde la distancia, Daniel observa a su amor frustrado; un amor, desde el punto de vista de muchos, bastante estúpido. Nicolás, desde la sagrada distancia observa a Daniel, intrigado, asqueado y bastante confundido. Entre las frías paredes del Coleg...