5-Inesperado

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Despedirse de esa belleza de mujer le había costado bastante.

Todavía recordaba la suavidad de sus dedos bajo los suyos. La ligereza de su cuerpo al bailar y el olor a flores que tenía. Y el tenue matiz verde de sus ojos.

Cerraba los ojos y palpaba el momento en su mente, con ésta llevaba más de diez que lo hacía y ahora volvía a hacerlo.

Se acomodó en el asiento de su carreta un poco más y recostó la cabeza mirando al techo. Suspiró soñador.

Estaban de camino hacia Norfolk, aunque iba a llevar un tiempo llegar allí. Pero no importaba estaba acostumbrado a amanecer en posadas para salir corriendo a la mañana siguiente y seguir el camino hacia su destino...

Había pasado mucho tiempo que no se sentía como en esos momentos, así con aire de juventud... Aunque estaba bastante joven por cierto, pero la vida que le había tocado lo mantenía muy ocupado para andarse con cosas de esa índole que ya, hasta creía que estaba pasado de tiempo. ¡Por Dios y sus ángeles, que tenía veintiséis años joder! Y ya se consideraba un viejo...

Soltó una carcajada que llamó la atención de Cyril.

—Excelencia se escucha feliz.

Su paje siempre lo acompañaba en la misma carreta que él iba, ya que había sido requerido por el mismo. El joven le agradaba bastante y a pesar de todo sabia cómo tratarle cosa que, le encantaba en gran manera.

—Ni te imaginas... -respondió eso a sabiendas de que su guarda personal se podría estar haciendo una idea.

—Eso está bien, es bueno verlo relajarse y tomar un poco de tiempo libre.

—Sí, aunque vamos de camino a tener trabajo. Pero tienes razón-hizo una pausa y se acomodó bien para dejar de mirar a Cyril por encima de la nariz—, no suelo disfrutar de tiempo libre, menos de buenas fiestas y acompañado de una belleza.

Se acomodó la casaca.

Miró por la ventana, la cual tenía la cortina corrida y dejaba pasar un poco la luz de la noche. Y no notó la sonrisa que se dibujó en los labios de su joven y compañero paje.

La señorita Pemberton no mandaba señal de salir de su cabeza y tampoco quería que eso pasara, pero él tenía una buena forma de arreglar el asunto o mejor dicho encaminar.

Aprovecharía cualquier cosa por conocerla.



***

Unos días después, condado de Derbyshire, mansión Baltimore.

En su despacho de la mansión, por primera vez en su vida, se sentía incómodo. Siendo éste un lugar que lo ayudaba a pensar, a poner las cartas en el asunto y a relajarse un poco, claro, cuando se lo permitía; el lugar estaba siendo en el que menos quería estar en esos momentos. Se sentía totalmente incómodo.

Había recibido una carta y no era que no esperase alguna de esa persona, sólo que el contenido en ella no le gustaba. Antes recibía cartas de él, en ellas el querido integrante de la realeza le contaba cómo estaba. Aveces hasta qué hacía en el momento en el que las escribía o qué haría y, le preguntaba qué cómo le iba, esa pregunta siempre era de su agrado, pues era señal de que Constantine se preocupaba por él. Pero hasta esa pregunta le molestó esta vez.

Recibir una carta del príncipe le implicaba alegría en vez de inquietud, pero ésta carta tenía una diferencia bastante abominable para él, comparada con las otras. En esta se mencionaba a Enid, aunque no de la manera que le hubiera gustado que se le mencionara precisamente.

Entre dos Nobles Donde viven las historias. Descúbrelo ahora