Completamente Maravilloso
En el carruaje de Constantine, el cual llevaba su escudo de armas, dejando a la joven bastante impresionada, se había montado Lady Jane. Pues hacía de carabina de Enid.
Constantine se sentó al lado de Enid de manera que la dama estaba frente a ellos, lo que parecía no importarle al hombre porque con delicadeza y un gesto cargado de ternura, tomó su mano izquierda y se dedicó a quitar con lentitud aquel guante blanco de seda.
Enid empezó a extrañarse de aquella acción tan repentina y cargada de afecto. Miró de reojo a Lady Jane sin poderlo evitar y fue más su turbación cuando vio los ojos de la mujer cargados de un brillo maternal. Luego volvió toda su atención a Constantine quien le había quitado el guante, para empezar a acariciar con sus dedos largos y gentiles los suyos. Ese acto tan íntimo la hizo temblar y a la vez sonrojarse inconscientemente.
Un sonrojo que terminó gustándole al hombre que la miraba a través de sus pestañas, que en ese momento parecían bañadas en bronce por la poca iluminación.
—El vestido te sienta bien de tal manera que es demasiado para mí y mis humildes ojos—admitió el rubio en tono confidente. Sonrojándose mientras recorría a la joven con la mirada.
Enid seguía sintiendo su sutil caricia y casi no pudo escucharle bien. Pero comprendió y su corazón estuvo al darle un vuelco. De alguna manera quería agradecerle, decirle ni aunque fuera algo y presurosa añadió:
—Es completamente maravilloso Alteza, muchas gracias—Trató de mirarle a los ojos, aquellos que la miraban atentamente, como si no quisiera perder detalle de ninguna de sus expresiones.
—Maravilloso es la manera en la que brillan tus ojos ahora mismo, Enid—susurró en un tono ronco que a la joven se le hicieron crispar los pelos de la nuca y la columna.
La joven solo pudo sonreír a su comentario. Una sonrisa que el príncipe atesoró en el alma.
—Usted está bastante g-guapo, en ese traje, Alteza—Enid no pudo sentir más bochorno en su vida que ese. Pues era la primera vez que alagaba a un hombre, y estaba feliz de haberlo hecho.
El príncipe sonrió por lo bajo en una sonrisa ladina. Estaba relajado y completamente feliz. Sí, su Enid era como los tulipanes.
***
El Lyceum theatre era magnifico, uno de los mejores de todo Londres. En él se llevaban a cabo numerosas obras con diferentes temas y ambientación, deleitando y encantando a todo aquel que pisaba su majestuosa puerta.
La joven nunca había ido a un teatro, pero nunca se imaginó que su primera vez sería en uno de los más mencionados de Inglaterra. Por lo que era normal, que cuando entró del brazo del príncipe, mirara todo, pero todo, con los ojos desorbitados. Pero dichos orbes se ampliaron más al ver el palco reservado para Constantine, era todo lujos, nada a lo que estuviese acostumbrada.
Fue consciente de las miradas de todo el público allí presente. Hasta le temblaron los pies, pero agradeció con la mirada al príncipe que acudió a sujetarla por la cintura, haciendo con esa acción, que los mirasen con mas atención.
Que el señor la ayudase, pero desde que se había desmontado—con ayuda de Constantine—del carruaje, tenía los nervios de punta y sus peores temores empezaron a relucir por todo su cuerpo. Estaba hecha una gelatina.
Por allí por donde Constantine pasaba, con ella del brazo, ella era consciente de las numerosas inclinaciones y reverencias, aparte de las miradas de las mujeres, que a él le miraban bobaliconas o asombradas y a ella la miraban; pero las que a ella le dedicaban dichas damas, no tenían nada de bobaliconas, ni cariñosas o asombradas, sino todo lo contrario. Gesto que amenazó a la joven con un nudo en el bajo vientre.
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Entre dos Nobles
Historical Fiction(Actualizaciones lentas) 📌 +18 Enid Angliana Pemberton creyó que el amor lo había encontrado en Lord Derby, quien una vez le prometió amarla, sólo que unos días después resultó casado con una fina dama de alta cuna, y con el corazón en mil pedazos...