De manera inconsciente Lord Baltimore reflejó su estado de ánimo pésimo durante varios días.
Enid se había contagiado de unas fiebres después de aquel suceso que no le dejó de otra que esperarse un poco, aunque francamente estaba que daba la hora con la espera. No dejaban que la viera, ya que ella decía estar indispuesta a recibir visitas. Pero, por la torre de Londres que sabía de manera perfecta que era lo que en verdad le estaba afectando a ella, y le dolía como los mil demonios no poder abrazarla y disculparse un poco. Ni aunque fuera un poco, tan sólo algo...
Suspiró cansado y se dio la vuelta en la cama topándose con el techo de madera pulida de su habitación.
Escuchó a su esposa suspirar y volteó a verla. Vio como sus ojos se abrían y por un momento sólo la observó. Era hermosa a más no poder; pero se sentía vacío con ella... Siempre era así, reconocía a qué se debía pero se negaba a ceder a ese llamado, a esa necesidad. Estiró la mano y le acarició la mejilla con lentitud, notando como los ojos azules de su esposa brillaban con algo parecido a lo que él no sabría darle... Nunca.
Ella le gustaba. En verdad que sí lo hacía.
Le gustaba su color de cabello, de ese tono no tan común en la estirada Inglaterra, o al menos de lo que conocía de ella. De sus sonrojos cada vez que la tocaba, de como trataba de complacerlo en todo... Pero comparada con otra persona que tenía marcada en el alma no era lo mismo, era algo sumamente abominable el compararlas. Le gustaba aquel tono de cabello que si era común, esos ojos color verde, ese color de piel y esa expresión tan sublime pero a la vez tan entregada de Enid, lo tenían cautivo.
Dejó de acariciar a su esposa, quien ya se meneaba lentamente en su mano, hipnotizada por su calor y se sentó en la cama, recordándose a sí mismo el porqué estaba allí con una mujer que le caía bien, pero no con la que en verdad amaba, o con la que quizás despertaba ese tipo de sentimientos en él.
Lady Katherine se incorporó en la cama al verlo tan frío y distante de repente.
—¿Pasa algo, mi amor?-cuidó, como siempre hacía, su tono de voz. Casi ni se movió de la cama, temiendo espantarlo más de lo que estaba.
Vio cómo se colaba la bata en el cuerpo semidesnudo y volteaba a verla.
—No, nada—Verle los ojos en aquél momento le resultó tranquilizador. Se incorporó en la cama para jalar la cuerda que llamaría a cualquiera del personal. Escuchó que se sentaba en uno de los sillones del cuarto.
La campanita sonó ocupando el silencio de la habitación.
—Me parece que sí-al girarse se colocó también la bata encima de la camisola y se acercó a su esposo-Te he dicho que podrías contarme algunas cosas... Ya sabes, para aligerar un poco los pensamientos de tu cabeza-Le hablaba dulcemente mientras le masajeaba los hombros con pasadas lentas, perezosas y directas.
—No te preocupes Kath, no es nada importante—Agarró una mano de su esposa y le depositó un beso. Mentía, sí que lo hacía, pero eso no importaba. No le contaría a Lady Katherine sus pensamientos. Eso nunca, y menos de ese tipo.
—Mmmmmm, bueno mi amor si estás bien... Estoy bien—se inclinó y le besó la mejilla, abrazándolo por detrás.—Voy a mandar a que nos preparen el baño ¿quieres que el desayuno lo mande a traer aquí?-susurraba mientras le acariciaba el pecho.
—Sí, tengo mucho trabajo que hacer y si podemos facilitar las cosas pues sí.
—Claro, también aprovecharé un poco y visitar a tu prima, la señorita Enid, para ver cómo sigue...—Lady Katherine se dirigió a la puerta para abrirla cuando escuchó el llamado.
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Entre dos Nobles
Historical Fiction(Actualizaciones lentas) 📌 +18 Enid Angliana Pemberton creyó que el amor lo había encontrado en Lord Derby, quien una vez le prometió amarla, sólo que unos días después resultó casado con una fina dama de alta cuna, y con el corazón en mil pedazos...