Capítulo 13

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Holi :D

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A partir de aquél día todo había cambiado para ambos. Eran como una pareja, pero sin serlo. Cada día que pasaba Inglaterra estaba más débil y sufría más de sus “ataques”. A veces incluso ni podía levantarse de la cama, o incluso no despertaba. Era tal el sufrimiento que muchas veces deseaba que su vida acabase de una vez. Sus únicas alegrías eran las sonrisas que Alfred le proporcionaba.

Nunca antes ambos habían estado tan cerca y a la vez tan lejos.

Alfred le mimaba todo lo que podía; sobre todo cuando Inglaterra no podía moverse. Le hacía la comida, limpiaba la casa, hacía la colada, a veces le vestía o le ayudaba a bañarse (con los ojos cerrados por petición del inglés)... Jamás Alfred se había comportado así con él, y eso la nación lo sabía. Sin embargo, también sabía que la alegría que irradiaba todos los días delante suya no era verdadera: oía sus lloros por las noches y, a veces, cuando iba al baño por las noches y la puerta de Alfred estaba abierta, le veía abrazando sus rodillas y aguantando sus sollozos.

Era en esos momentos en los que Inglaterra se sentía impotente de no hacer nada. Muchas veces quiso abrazarle y contarle la verdad de su estado, incluso su conciencia le insistía en ello, pero no lo hacía por respeto a sus sueños. Quizá si se lo contaba dejaría su sueño atrás para que no le pasase nada o si mostraba más afectó de lo normal Alfred no querría ser humano para poder estar a su lado por siempre como pareja. E Inglaterra no quería eso. Sabía lo que sentía Alfred por él. Incluso un día casi le besa. Pero eso no podía ocurrir por su bien. Prefería mantener las distancias todo lo posible: el sueño de Estados Unidos de América iba primero que su vida.

Además, ya quedaba poco. Solo tres días más y todo acabaría para ambos de una forma u otra.

—Inglaterra... ¿Te encuentras mejor hoy? —preguntó, el americano, mientras acariciaba su rostro con gran dulzura—. No debes forzarte a caminar si no puedes. Ayer vomitaste mucha sangre... —mencionó con voz aterciopelada para no causarle dolores de cabeza a su amado.

—Estoy bien, Alfred —dijo, con dificultad, pero no por su estado físico, sino por decir aquél nombre: el futuro nombre de su joven nación—. Te prometí que te llevaría a una chocolatería y eso haré —respondió, decidido, mientras se intentaba levantar.

—En serio, Inglaterra, no hace falta que lo hagas. Puedo vivir si no voy a una chocolatería —aunque estaba preocupado, ayudó igualmente al inglés a levantarse.

—Alfred... Solo quedan tres días para que te vayas. Quiero que te lo pases bien y no pendiente de un cuerpo viejo cómo este —el estadounidense no pudo responder a eso. No podía si se lo decía de aquella forma tan llena de amor y preocupación.

“¿Y si no me convierto en humano?”. Eso quería preguntarle a Inglaterra con la esperanza de que la respuesta de este fuese la que quería oír. Pero sus palabras no salían por su boca.

—Iggy...

—No me llames así. Quedamos en que si yo te llamaba Alfred, tú no me llamabas por ese apodo —protestó, Inglaterra, y le dio un suave golpe en la cabeza.

—Perdón... ¿Sabes? Hay otro sitio al que quiero ir contigo antes de dejar de ser un país —dijo con amargura. No se atrevía a contarle la verdad de sus pensamientos—. Quiero ir a la vieja casa por última vez. La casa donde me criaste.

Inglaterra enmudeció por un momento. Su estómago se había revuelto con solo oír aquello y sintió que la sangre comenzaba a ascender de nuevo por su garganta. Siempre que se mencionaba el pasado sucedía lo mismo... Por ello tuvo que resignarse a llamarle Alfred, porque sino cada vez que pronunciase su nombre de nación acabaría ensangrentado en el suelo y no quería traumatizar más al joven.

—Te... Te dije ayer que no... —respondió con dificultad, intentando aguantar sus náuseas—. No insistas por favor. No vuelvas a pedir eso —suplicó sufriendo por dentro.

—¡¿Pero por qué?! Antes siempre echabas de menos los viejos tiempos y ahora no paras de evitarlos. ¡¿Por qué ahora?! —preguntó, irritado, sin hacer caso a lo que pedía su antiguo tutor. Él no lo sabía. Solo creía que eran ataques repentinos, no que sucedían por una cuestión concreta.

—¡Alfred no insistas! ¡Cállate! —su último grito fue continuado de sangre.

El americano salió corriendo a por una toalla. Sabía que cuando comenzaba a salir sangre él no podía ayudar en nada. A su paso, aprovechó para coger ropa y sábanas limpias, ya que todo estaría repleto de sangre.
Cuando llegó de nuevo a la habitación, Inglaterra ya había parado de vomitar sangre y se encontraba tumbado en la cama, como siempre tuvo que estar en un principio.

—Lo siento. No debí provocarte con la mala salud que tienes —dijo mientras comenzaba a quitar las sábanas tras dejar las limpias en el escritorio—. No volveré a preguntar por ello —accedió.

Sin embargo, no hubo ninguna respuesta por parte del inglés. Este solo miraba al techo con la mente perdida. Arthur, su conciencia, hablaba sin parar diciéndole que le contase la verdad a Alfred, que quedaba poco tiempo para solucionar esto. Pero Inglaterra no hacía caso a ninguno. Se sentía como en una nube sin preocupaciones en ese momento. Sentía que ya le quedaba poco.

Alfred con cuidado le cambió de ropa, sorprendiéndose de que el inglés no protestar, y le llevó a su habitación para que descansase mientras recogía todo.

—Te voy a dejar aquí un par de minutos. Sí necesitas algo grita o tira algo —pidió, preocupado y sin querer marcharse de su lado. Inglaterra solo asintió a aquello y Alfred no pudo hacer nada más que resignarse. No obstante, antes de irse de la habitación a modo de darle algo de cariño al inglés por lo que le sucedió, le dio un delicado beso en la frente. No tenía pensado hacerlo, pero simplemente surgió.

Con las mejillas rojas, el americano dejó solo al inglés en aquella habitación. Lo dejó solo con su conciencia.

«Ya queda poco. Hay que convencerle de que siga siendo país. ¡No ves que se nos acaba el tiempo!». Chilló, Arthur, irritado.

—Es mejor dejarlo así. Él debe ser feliz —respondió, Inglaterra, sin importar que Alfred le oyese—. Prepararé el viaje a la casa vieja para dentro de dos días. Será nuestra despedida —sentenció el inglés.

Su conciencia no se lo podía creer. Inglaterra era un débil e inútil enamorado. Pero no podía hacer nada. Por mucho que poseyera su cuerpo siempre conseguía hacer que Alfred continuase queriendo ser humano. Daba igual lo que le dijese, siempre lograba cambiar la opinión de Alfred.

—Inglaterra, ya estoy aquí. ¿Te sientes mejor? —sus ojos estaban rojos y levemente hinchados. Arthur sabía que había estado llorando mientras recogía la habitación.

—Alfred. Iremos a la mansión en dos días —fue lo último que dijo Inglaterra antes de quedarse dormido en la cama del americano sabiendo que no despertaría hasta aquel día.

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No sé cuántos años han pasado pero aquí vengo con los últimos capítulos :D
Aunque creo que ya nadie lee esto juejue.

Espero que os haya gustado este. ¡Solo quedan dos más!

Ciaoooooo~~~~~~~~

Good bye America [UsUk/UkUs]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora