Kara Danvers tiene diecisiete años y es la típica adolescente con mala suerte que está enamorada de una de las chicas más temidas y respetadas de su instituto, con la cual cree no tener oportunidad alguna. Sin embargo ellas no son desconocidas, sino...
No voy a negar que los besos de Imra eran una maravilla, pero cuando una está enamorada hasta los besos de esa persona te saben mejor. En cuanto el beso se acabó sentimos las miradas de ellas dos, sin embargo ninguna nos dijo algo, solo siguieron con su conversación.
—Cuenteme un poco más de usted— Lena iba acercándose cada vez más a la profesora.
En ese momento Imra no encontró nasa mejor que comenzar con las cosquillas, debido a esto solté una fuerte risa que de seguro ellas escucharon, eso lo supe por la propuesta que le hizo la ojiverde a la profesora Rojas.
—¿Le parece si vamos por ese café? Tengo la tarde libre— Levantó un poco la voz para que pudiera oírla.
—Sígueme el juego, esta guerra no la ganará ella— Me susurró Imra para luego entrelazar nuestras manos y pasar junto a Lena y esa mujer— Hoy serás mía Kara Danvers, tenlo por seguro—Dijo en voz alta mi acompañante.
—Si quieres por todo el fin de semana, mi madre no se preocupará.
—¡Muy bien! Serás mi sumisa por dos días.
— Toda tuya.
—Hey, niña bonita— Habló la ojiverde de "sorpresa". Su mirada reflejaba la furia en su interior, se notaba que quería asesinarnos.
—¿Sí?— Preguntó mi amiga frenando sus pasos de golpe.
— Al parecer ella...— Me señaló—quería hablar conmigo, así que eso haremos, después te la puedes llevar.
—Nah mi ciela, tú ya elegiste con quien quieres hablar— Hizo un movimiento con la cabeza para referirse a la profesora— Ahora, bye. Que tengan una bonita tarde.
—¡Kara!— Me llamó.
—Lo siento, tengo prisa.
Salimos del instituto tomadas de la mano y fingiendo estar urgidas, así es, justo en el punto débil de Lena. Algo me hacía creer que cada vez que la pelinegra tenía un nuevo juguete, o sea alguien como yo, este solo podía ser de ella.
— Okay, eso estuvo de lujo— Celebró Imra en cuanto llegamos al final de la cuadra.
—¡Lo sé!. ¿Puedes creer que no podemos hablar en publico? ¡Este fin de semana le entregué mi virginidad y ahora no puedo hablar con ella en público!. Esto es un asco.
—Sé perfectamente lo que se siente, recuerda que cuando estuve en ese enredo con Gayle tenía que fingir no conocerla.
—Es verdad, ya lo había olvidado.
En ese momento vibró mi celular, era un mensaje de Lena el cual no tardé en contestar.
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—¡Pero que hija de su madre!— Le dije a Imra— Lee esto.
—Maldición.
—¿Qué chucha hacemos ahora?— Pregunté desesperada— ¡Ya sé! Lucy— Aplaudí por mi gran idea.
