Capítulo 1: Miedo a morir

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— ¡Feliz doceavo cumpleaños, a mi preciado hijo, Kim Hyun Joong! — aquella mujer levantó la copa y se bebió su contenido ámbar de un solo trago, el sabor era amargo, pero ella estaba tan borracha y tan acostumbrada que el sabor no la inmutó en lo más mínimo; es más, le producía un placer inigualable. 

El muchacho hizo una mueca, era sorprendente que su propia madre no supiera cuántos años cumplía, aunque debía agradecer que mínimo no se le haya olvidado la fecha como en años anteriores. En su mente eran escasos los recuerdos felices que tenia de su infancia.

A sus quince años, Hyun Joong no podía mencionar ni cinco momentos en su vida en que su madre se comportara como lo que era, una madre y no una mujer alcohólica o amargada por la vida.

De su padre sabía poco, era un hombre jodidamente rico, casado y que se sintió atraído por una joven becaria de su empresa hace 16 años. Aquella jovencita se enamoró con locura de él, pero cuando quedó embarazada se dio cuenta de la basura que resultaba ser el padre de su hijo. Sin ninguna otra opción tuvo el hijo que esperaba, dotándolo de una vida miserable y desagradable, sin amor. 

Hyun Joong miraba las velas consumirse. 

—Anda pide un deseo. — incitó su madre colocándose tras de él y susurrándole al oído. Su aliento era tan profundo que caía en lo nauseabundo. 

« Que toda está mierda acabe. » pidió el muchacho en su mente y sopló las velas. El pastel era poco apetitoso, la cera de las velas cubría la parte superior, así que ni madre ni hijo tuvieron la molestia de probarlo. 

Tanto madre como hijo quedaron en silencio, él observaba el desagradable pastel, mientras ella se ponía de pie e iba por la única botella de licor que le quedaba. Cuando se volvió a sentar ante la mesa, la destapó e inhalo su aroma, se sirvió un poco antes de quedar viendo a la nada. 

—Hyun Joong. —el silencio se rompió con la voz de la madre, se notaba un cierto toque de melancolía. Él la miró fijamente a la espera de algún gesto o una palabra. —Nunca ames —dijo en un susurro. —Así no tendrás miedo a morir, a dejar este mundo lleno de miseria. Cuando te enamoras o quieres a alguien, vives por esa persona, al punto de dejar tu vida de lado. Sólo piensas en su bienestar, así que tendrás que ser cauteloso y prudente con respecto a tu vida, para evitar causarle preocupaciones o decepcionarle. Cuando amas a alguien sólo existe esa persona, que te ata a este mundo, que te puede hacer inmensamente feliz o desgraciado, la mayoría de las veces suele ser la segunda opción. Si no amas serás superior a los demás, porque no tendrás miedo a morir, a dejar a ese ser amado. No tendrás que preocuparte por el mañana, eso, querido hijo, es la única ventaja que tendrás sobre los demás. Fuerza y coraje es lo que necesitas para sobreponerte a todo lo que venga. 

— ¿Tienes miedo a morir? — preguntó el muchacho después de meditar las palabras de su madre. 

—No. — respondió inmediatamente y sin titubear. 

Hyun Joong hizo una mueca, al fin, comprendía todo. Se levantó de su silla. —Debo irme. —anunció y se acercó a su madre para depositar un beso en su frente. Ella estaba ida, pero al sentir los cálidos labios de su hijo cerró sus ojos con brusquedad y se le escapó una pequeña lágrima, apenas perceptible para el muchacho. —Nos vemos luego. —anunció y salió de ese lugar sin mirar atrás. 

Hyun Joong vivía en una pequeña casa, casi inhabitable, la madera crujía con cada paso que se deba, por las ventanas se colaba el aire, en invierno simplemente era la muerte. Cuando cruzó la puerta nunca se imaginó que jamás volvería y sobre todo, que nunca más vería el bello, pero triste, rostro de su madre. 



“La casa quedó completamente en ruinas. El incendio fue provocado, una mujer de 34 años murió, su cuerpo quedó irreconocible debido a las quemaduras de tercer grado que sufrió.”

Fue lo que leyó Hyun Joong en el periódico al día siguiente. A partir de ese momento, quedó solo en el mundo. Su madre nunca le dio amor o seguridad, pero lo había hecho alguien fuerte. Ahora no tenía familia, ni un hogar, ni dinero, pero tampoco tenía miedo a morir.

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