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El príncipe Castian Nox se tomó el tiempo necesario para procesar lo que estaba oyendo, inconsciente de la desfigurada mueca de sorpresa que le cubría el rostro mientras Lucaro Eresfort lo observaba en silencio, con aquel aspecto circunspecto e impenetrable.

—¿Disculpa? —logró articular en medio del desolado pasillo.

—Es verdad que soy el heredero y que quizás me siente en el trono, así que necesito preparación —el príncipe del hielo espetó con seriedad —. Yo... nunca he tenido nada parecido a un entrenamiento para eso.

Castian cruzó los brazos sobre su pecho y arqueó una ceja, escéptico.

—Suena a que te lo saltaste.

—Eso no importa porque vas a entrenarme —Lucaro se apresuró a decir, imitando la pose de su congénere —¿O es que acaso no se necesita preparación para gobernar Talaquia?

—Por supuesto que sí, pero...

—Está decidido entonces. Cuando esté preparado me casaré con la princesa —resolvió con evidente desinterés por la opinión que el príncipe Castian tenía en el asunto.

—Eso podría tardar años —el heredero talaquí soltó, sin siquiera pensarlo y solo cuando el valmerio frunció los labios se dio cuenta de como se había oído.

Lucaro contuvo la respiración un momento como si no debiera sentirse insultado, aunque lo hacía, y después levantó una de las esquinas de sus labios, forzosamente.

—Será mejor que comiences cuanto antes entonces.

Castian lo consideró un momento. Por supuesto que el príncipe recordaba cada una de las lecciones que lo había preparado a lo lago de su vida para ocupar el trono, pero el trono de Talaquia en nada se parecía al de Valmeria así que se sentía menos que preparado para asumir esa responsabilidad. A ello se le sumaba que preparar a un príncipe que repentinamente tenía un interés poco fundado en una corona a la que parecía tenerle aversión hacía apenas unas horas atrás le llevaría demasiado tiempo, que era lo único que su pueblo no tenía y, por sobre todas las cosas, Castian no creía que tuviese la fortaleza para enseñar algo para lo que ni siquiera él mismo se sentía preparado.

—Los reinos son mundos distinto en sí mismos y un rey idílico para uno puede ser catastrófico para otro —sentenció finalmente.

—Te considerás idílico entonces. Los talaquíes son bastante confiados —Lucaro respondió y Castian no pudo hacer más que sonrojarse.

—No es lo que quise decir.

Castian solamente pudo pensar en Talaquia, su reino agonizante con una vida a contrarreloj, con un rey inconsciente y un regente ausente y no pudo hacer otra cosa mas que admitir que la única forma de conseguir esa alianza era acceder a las demandas del impredecible Lucaro Eresfort que, lo supiera o no, lo tenía a su merced.

—¿Por qué yo?— preguntĺ y Lucaro simplemente se encogió de hombros.

—Necesito un favor y tú también. Es un instercambio justo.

Finalmente asintió con la cabeza, accediendo al pedido y, por un breve instante, le pareció que los hombros del príncipe guerrero se relajaban pero volvió a erguirse tan rápidamente que pudo haberlo imaginado.

—¿Alguna otra cosa que su alteza desee? —Castian preguntó en tono condescendiente, con una falsa sonrisa igual a la que Lucaro articuló inmediatamente después.

—Sí. No le hablarás a nadie de este acuerdo.

—¿Ni siquiera al rey?

—A nadie —repitió, volteándose bruscamente para comenzar a alejarse.

Un príncipe para el príncipe (ya disponible en físico)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora