El suelo tembló con brusquedad, como si el mundo entero fuera a agrietarse debajo de los pies de Castian que perdió el equilibrio justo cuando los gritos de la multitud se volvían muecas horrorizadas y cayó de rodillas sobre la nieve temblorosa.
—¡Protejan a sus altezas! —uno de los guardias bramó sobre el montón y solo entonces Castian comprendió que estaba en peligro, aunque no veía nada al rededor.
Sin entender la razón, las manos de Lucaro se aferraron a él y lo jalaron con fuerza hacia las calles, entremezclándose en la furiosa multitud que comenzaba a escapar.
—¡Kerel a la retaguardia! —el príncipe del hielo bramó y su voz pareció cortar el aire, incluso en medio de todo el bullicio al rededor.
Los cuerpos se aplastaban unos a otros con desesperación intentando alejarse de la plaza con rapidez, los niños lloraban y las mujeres gritaban aterradas mientras las mismas manos que lo habían acariciado ahora lo empujaban con violencia intentando adelantarse hacia un refugio seguro. Los ojos de Castian estaban clavados en la espalda del príncipe Lucaro, que se movía entre la turba como una ágil serpiente, dirigiéndose directamente a la carroza; después se fijó en la mano izquierda del valmerio, que sujetaba su muñeca con tanta fuerza que toda su piel se había entumecido debajo del agarre.
—¡No hay más tiempo! —uno de los guardias bramó e inmediatamente otro temblor azotó la nieve acompañado de una brisa helada cubierta de un millar de copos blancos que parecían levitar al rededor como una lluvia de polvo de cristal.
Las manos de Lucaro rodearon a Castian y se detuvo en seco mirando en todas direcciones, como si pudiera percibir un mensaje escrito en el aire.
—Despliéguense —gruñó a la guardia que por un momento dudaron de las palabras, sin moverse —¡Háganlo si quieren vivir! —bramó a todo pulmón, haciendo que incluso Castian se estremeciera y los soldados comenzaron a alejarse de ellos en todas direcciones.
De repente el menor de los Eresfort empujó a Castian con tanta fuerza que se estrelló contra una pesada pared dentro de un oscuro agujero y, antes de poder hablar, otro cuerpo embistió contra él con una brutalidad que apenas pudo contener con sus manos en alto. El segundo hombre soltó un gruñido ronco que le permitió reconocer a Lucaro, impactando contra sus palmas abiertas en el reducido espacio.
Los dos príncipes se miraron en la escasa luz del escondrijo y finalmente todo se detuvo. Los gritos se apagaron al mismo tiempo y las pisadas dejaron de oírse cuando un abrazador silencio inundó el lugar.
Castian miró al rededor del apretado cilindro de metal y sobre su cabeza la resolana del mediodía se colaba por tres orificios de vidrio transparente que reconoció como los candelabros que decoraban las calles. Entonces se dio cuenta que estaban dentro del poste que lo sostenía a la tierra y que el cuerpo de Lucaro lo apretaba tanto que ni siquiera podía bajar las manos que había utilizado para protegerse del golpe.
—¿Se acabó? —Castian murmuró, como si romper con aquel silencio fuese algo prohibido y finalmente los celestes ojos de Lucaro se clavaron en los suyos.
—Todavía no empieza —soltó, tan cerca de Castian que el aliento del príncipe fue lo único cálido que percibió.
No lo comprendió en ese momento. No entendía nada de lo que había ocurrido en los últimos minutos. Lo único que sabía era que todo había sido aterrador, desde la mirada de la gente, hasta los gritos, sobre todo el comportamiento de la guardia que se había negado a seguir las órdenes del príncipe y el tiempo que tardó en recoger el valor suficiente para pedir una explicación fue robado por el suelo que volvió a temblar, esa vez más salvajemente y sin cesar. El metal crujió a su alrededor; las manos de Lucaro se apretaron a cada lado de Castian como si las paredes fueran a cerrarse contra ellos y solo entonces oyó, lejano y lento, un murmullo que se aproximaba a toda velocidad.
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Un príncipe para el príncipe (ya disponible en físico)
Novela JuvenilEl príncipe Castian Nox, heredero al trono de Talaquia es el idílico gobernante que cualquiera podría desear: fuerte, noble y justo. Pero su reino se ve amenazado y desesperado buscará cualquier medio para salvar a su pueblo. Sin embargo m, nunca im...