I

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Cuando el sol comenzó a ocultarse sobre las dunas del oeste, los rayos refulgieron sobre la arena volviendo a todo el reino de Talaquia anaranjado como llamas del infierno y los techos dorados de la capital brillaron como chispas en el fuego reflejados en las vidrieras coloreadas de las casas.

La luz desaparecía poco a poco y con la oscuridad la vida recobraba poder sobre las calles del mercado central, debajo de los toldos y telares en miles de colores que se mecían con la ligera brisa que finalmente era fresca. La ciudad era tan hermosa y llena de alegría que nadie imaginaria los oscuros peligros que enfrentaba.

—Alteza ¿está oyendo? —Phillip, el consejero real se inclinó sobre la mesada, rascándose la larga barba blanca que le cubría el delgado y arrugado cuello.

El anciano tenía las manos curtidas por el sol y los años mientras mantenía los pergaminos enrollados y sus ojos acuosos se clavaron en el joven al otro lado del salón, que continuaba aferrado a los barandales del balcón con fuerza.

—¿Cuántas leguas rodean al castillo? —la voz del príncipe se oyó como una noble caricia en el pesado aire.

El hombre arrugó la amplia frente adornada por piedras semi preciosas y se aproximó por la espalda del noble hasta detenerse a su lado.

—¿Perdón?

—¿Cuántas leguas hay en el mercado del castillo? —volvió a preguntar, pacientemente.

El príncipe regente, Castian Nox, cada noche se detenía en el balcón más alto del castillo, en la torre mas alejada del ala oeste y observaba durante horas el movimiento de la ciudad, tan viva que incluso los murmullos llegaban hasta sus oídos acompañados por el sutil aroma de las especias que se vendían en el mercado. Nunca parecía conforme pero esa noche en especial su entrecejo estaba ligeramente fruncido y sus ojos, como gemas verdes cubiertas de rizadas pestañas oscuras, se clavaban en la lejanía como un melancólico anciano que se lamentaba de una vida incompleta, aunque era apenas un hombre joven atravesando sus veintes.

—Más de treinta, señor —Phillip respondió, escrutando al joven con la misma curiosidad que le había despertado desde que era un niño.

La perfecta mezcla entre una reina felariana y un rey talaquí, el sabio consejero siempre había dicho.

El príncipe asintió con la cabeza, conforme con la respuesta.

—¿Y cuantas en todo el reino? —volvió a preguntar. El anciano soltó un suspiro; lo único que quería era organizar la rutina del día siguiente, pero con el príncipe las reuniones rara vez eran cortas.

—No estoy... puedo llamar al cartógrafo real, si lo desea.

El príncipe negó con la cabeza y los largos cabellos cafés se sacudieron en sus hombros, entremezclándose los mechones marfil que le bordeaban el rostro, heredados de su madre.

—Son trescientas veinticuatro leguas de este a oeste y ciento noventa y dos de norte a sur —Castian explicó, tal y como sus tutores le habían enseñado en la niñez —. Eso es un total de diecisiete millones de personas dentro de los límites de Talaquia.

—Sí, eso se oye como algo acertado —Phillip no añadió más. Lo suyo eran los horarios, no la topografía.

—Diecisiete millones que han sufrido la escasez de agua durante nueve largos ciclos lunares —el príncipe continuó en tono lúgubre, mientras las luces le iluminaban el rostro y la piel oscura refulgió como el cobre pulido ante las lejanas lámparas —. El río de plata se ha secado la semana pasada y los afluentes de este hace dos meses atrás, los acuíferos soportaran solamente hasta el eclipse y todavía ni siquiera estamos en la estación seca —soltó con rapidez, irguiéndose finalmente y solo entonces pareció como una ancha montaña junto al delgado anciano, sobre todo cuando posó su mano repleta de anillos sobre el escuálido hombro —. Sí, Phillip, estoy oyéndote fuerte y claro. Oigo sobre la rutina, los invitados, los quehaceres y los problemas con los cuidadores de los elefantes. Lo que no oigo son soluciones a nuestro problema, ni tuyas, ni del consejo, ni de los expertos adivinos que han estado estudiando las nubes durante meses.

Un príncipe para el príncipe (ya disponible en físico)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora