Los ojos del rey del hielo escrutaron a su hermano al otro lado del salón con atención mientras el menor de los Eresfort evitaba su mirada, sumido en sus pensamientos hacía casi quince minutos al tiempo que los guardias evitaban que escapara. Seis días habían transcurrido desde la fatídica reunión de propuesta matrimonial y desde que que el príncipe Lucaro le había dirigido la palabra al rey por última vez.
—¿No piensas decir nada? —el rey preguntó finalmente mientras los ojos de Lucaro se clavaban en él, con silencioso veneno, todavía sin decir nada —. Me humillaste ante todas las princesas del continente y del otro lado del océano ¿y tú eres el ofendido?
—Me tendiste una trampa —el príncipe escupió en voz baja, como si la indignación no le permitiera hablar más fuerte —. Preparaste un encuentro matrimonial, no, veintidós encuentros y sin decirme una palabra.
—Sabía que te negarías —el rey se repantigó de lado en el trono, todavía incómodo, viendo como su hermano fruncía el ceño y enseñaba los dientes como un lobo rabioso.
—¿Entonces por qué hacerlo? No puede ser por el placer que te causa sacarme de mis casillas.
—Necesito que te cases y establezcas una alianza con un reino vecino —Aleister respondió, aunque bien sabía que para entonces los rumores sobre el pésimo comportamiento y la falta de modales del menor de los Eresfort debía de estar recorriendo todo el continente.
—¿Por qué no lo haces tú? Todavía no tienes un heredero —Lucaro escupió, impaciente, moviendo su pie de arriba a abajo sobre el hielo.
—Tú eres mi heredero.
Cada vez que el rey repetía lo mismo algo en el pecho del príncipe se sacudía incómodo y un nudo le apretaba la garganta. El solo pensamiento de él mismo sentado en aquella incómoda silla en lo alto del palacio le hacía sentir un verdadero frío que no había percibido ni siquiera durante las heladas de Valmeria.
—Sabes a lo que me refiero —resopló, sacudiendo la cabeza, intentando sonar más conciliador pues con su hermano los gritos nunca daban resultado —. Deberías dejar de jugar al castillo encantado cuando un atentado en tu contra está a punto de llevarse a cabo.
Él rey rodó los ojos notoriamente.
—De nuevo con lo mismo. ¿Me traes pruebas o más palabras vacías?
—Tendrías algunas pero acabo de llegar de mis vacaciones en las mazmorras —Lucaro escupió sin poder evitarlo y después señaló a la guardia real —. Y casualmente siempre me arrastran fuera de la ciudad antes de obtener cualquier cosa.
—Casualmente —el rey repitió con una burla naciendo en sus labios que no acabó de articular y después se puso de pie. Su hermano le observó descender desde las alturas hasta detenerse frente a él mientras se cruzaba de brazos —. Luc, deja la guerra atrás —el rey pidió, no demandó sino que se oía más como una súplica desesperada.
Lucaro se dio cuenta de ello pero también sabía que si la dejaba atrás no le quedaría nada más.
—Lo haré cuando no corras peligro —respondió finalmente y el rey resopló, nada complacido con la respuesta.
Cada vez que el tema de conversación sobre una amenaza al reinado de Aleister surgía entre los hermanos la tensión se volvía casi palpable en el castillo, muy diferente a cualquiera de las otras discusiones que se llevaban a cabo entre el príncipe y el rey diariamente, hablar de una guerra, batallas y muerte parecía poner al monarca en una delicada situación a la que Lucaro no comprendía en lo absoluto.
Poco sabía el príncipe que la causa de las preocupaciones del rey era él.
—No hay peligro, hermano —Aleister soltó, posando una mano en el hombro del menor—. Estamos a salvo aquí, mientras te quedes en el castillo.
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Un príncipe para el príncipe (ya disponible en físico)
Ficțiune adolescențiEl príncipe Castian Nox, heredero al trono de Talaquia es el idílico gobernante que cualquiera podría desear: fuerte, noble y justo. Pero su reino se ve amenazado y desesperado buscará cualquier medio para salvar a su pueblo. Sin embargo m, nunca im...