11. Wes

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Wes Bucranio lucía como si acabara de ganar la lotería. 

Su sonrisa llegaba hasta sus brazos, con los que me sujetaba con fuerza en un abrazo y me besaba las mejillas. También me sentía contenta de verlo, pero su repentina aparición me había dejado descolocada y me costaba creer que estaba con un ser querido al fin.

Sin embargo, no se me hacía tan extraño que no haya venido mi padre primero. Es más, era de esperarlo.

Roman se mantenía distante, dos pasos atrás de nosotros, mientras intercambiamos abrazos y muchas frases hechas para momentos de reencuentros inesperados.

Dos hombres de Wes también aguardaban dos pasos detrás, intercambiando miradas con Roman en forma de saludo. Recordé que él solía pertenecer al cuerpo de los hombres de Wes antes de trabajar para papá.

— ¿Cómo me encontraste, Wes? Estoy tan feliz de verte. — le dije poco convencida, cuando me logré liberar de sus abrazos intensos.

— Samuel. — se encogió de hombros. — ¿Sabías que el fax no puede interceptarse por ningún modo de vigilancia? Un anciano como tu padre debería saberlo. — se rió, burlándose de mi padre como nunca lo había hecho antes.

Tal vez no teníamos una buena relación, pero tampoco permitiría que alguien se burlara de él frente a los hombres de menor rango.

— Wes... — intenté amenazar. — No hables así de Julian.

Me ignoró.

Para Wes parecía que el intento de secuestro había sido solamente una experiencia más en el negocio. No lucía preocupado, ni molesto, ni demostraba alguna emoción negativa ante los enemigos. Por otro lado, yo aún no me sentía muy convencida de su llegada, a pesar de que era mi tío.

Era como si hubiera roto de manera trágica la burbuja en la que estaba encerrada con Roman. Quizás Wes era el pretexto más viable para traerme de vuelta a la realidad que estaba olvidando por momentos.

— ¿Ya cenaste? — preguntó Wes, caminando de vuelta al elevador con toda esa actitud que lo caracterizaba. — El restaurante del Bellagio prepara un salmón exquisito, eres buena escogiendo hoteles, Lana. — Pasó junto a Roman y le echó un vistazo insignificante pero grosero. — Supongo que debo agradecerle a Bergström por tu bienestar. ¡Bien hecho, Tiro al Blanco!

Roman esperó que yo ingresara primero al ascensor para seguirme y colocarse junto a mí. Los hombres de Wes, tomaron sitio delante de nosotros.

— Sí, tío. Roman me mantuvo a salvo estos días. — le afirmé, buscando la mano de mi salvador para apretarla con discreción.

Wes le echó un vistazo nuevamente, luego uno a mí. Actuaba como si hubiera descubierto nuestro secreto. Alzó las cejas y tras un largo suspiro, volvió en sí, a sus pensamientos.

— Gracias, Bergström. — dijo sarcásticamente. — Recuerda de dónde vienes.

— Sí, señor. — contestó Roman, recuperando su postura robótica y de paso, soltando mi mano.

Mi pecho se encogió.

El elevador se detuvo y las puertas se abrieron para dejarnos en el lobby del hotel. Otra vez, Wes caminaba por delante con toda la seguridad y egocentrismo del mundo.

Me apresuré para seguirlo y andar a su paso, buscando la mirada de Roman en mi camino. Él me miró y rápidamente negó con la cabeza, indicándome algo que ya sabía. Mentener nuestra distancia no se me estaba haciendo muy fácil. Cuando volví a verlo, él había regresado la vista al frente.

Joya de Familia | bill skarsgård | (Wattys 2020)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora