15. El Met

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Estaba lista para conocer por primera vez el Museo Metropolitano de Arte.

Estar rubia me había otorgado una confianza única y la mano de Roman sosteniendo la mía al andar por las calles de Nueva York, me hacía sentir como si fuera por fin una persona normal como lo había deseado siempre. De igual manera, el peligro nos rodeaba, y decidí ocultarme con una gorra sobre la cabeza.

El plan de visitar el MET había sido originalmente de Roman, cuando Svetlana tuvo la brillante idea de aprovechar nuestra renovada apariencia para realizar actividades nuevas, mientras el tiempo estuviera de nuestro lado.

Había visitado Nueva York varias veces antes, pero aquellas habían estado destinadas para hacer compras y salir de fiesta con Sve. Nunca nos habíamos tomado el tiempo de conocer realmente esa ciudad y admirar su tumulto de gente en cada esquina.

En mi estómago sentía volar a las mariposas y una ansiedad buena que me provocaba el hecho de estar haciendo cosas ordinarias, ya que estábamos siendo buscados por los Utah por todos los rincones. Además, tras dos días desde la matanza de los simios, Roman aún necesitaba recuperarse y aunque nos juraba que todo estaba bien con él, todavía le costaba moverse y realizar actividades que intervinieran mucho fuerza.

Cleo nos había acompañado también, y caminaba junto a Sve, delante de nosotros viendo un mapa de todos los lugares en el centro de Nueva York a los que debemos ir.

El MET era el sitio que más me emocionaba, por la exhibición del instituto del vestido. Sabía que hace un par de meses se había celebrado la famosa Gala del Met, con todas esas celebridades para inaugurar el tema de este año que era el contexto Camp.

Di saltitos de felicidad al buscar la zona en la planta baja del museo, donde se encuentran todos esos diseños que conocía y había visto desde la primera vez que la industria de la moda me apasionó.

Nos dividimos en grupos de dos, y Sve junto a Cleo, fueron a buscar el arte asiático en el segundo nivel.

Roman no sabía cómo desdoblarse para mantenerse al tanto de todas. Sin embargo, se relajó al ver que la cantidad de personas que visitaban ese lugar era un aliado improvisado para que podamos mezclarnos. Cleo le aseguró que estarían bien y acordamos que nuestro punto de encuentro sería la zona de arte medieval del primer nivel.

Me deslumbraba la belleza de todo a mi alrededor.

El ambiente del instituto del vestido, estaba decorado con cajas de vidrio con interiores de colores fosforescentes, que separaban unas prendas de otras. El resto de las luces estaban apagadas, y hacían lucir a todo el ambiente como si fuese una discoteca de maniquíes y telas.

Me ilusionaba mucho estar allí rodeada de todos los diseños y la mano de obra puesta en cada una de las piezas en la demostración.

— ¿Ves lo que está allí? — me volteé a ver a Roman, que estaba con cara de sorpresa al encontrarse con semejante estructura. — ¡Es un vestido Thierry Mugler de 1998!

Le señalé el vestido que hacía alusión a una planta carnívora en pleno florecimiento.

Me sonrió y tras besarme, soltó mi mano para dejarme recorrer por mi cuenta todo el espacio entre brincos y éxtasis.

De pronto, pidiendo permiso a las personas que también estaban allí, vi a un hombre de pie que se me hacía muy familiar. Su cabello rizado y bien cortado, su estatura promedio, sus converse sucias.

Todo de él.

Dudando, me acerqué lentamente y me detuve a menos de veinte centímetros de distancia, para asegurarme de lo que estaba viendo antes de actuar.

Joya de Familia | bill skarsgård | (Wattys 2020)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora