19. Alana se roba el show

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Cuando el cuerpo de Wes cayó fuerte contra el suelo, Julian se dio la media vuelta para no ser espectador del escenario que, probablemente le acababa de romper el corazón.

Ese horrendo día había perdido a los dos únicos hombres importantes en su vida. Y posiblemente, la traición de Wes y el hecho de haber acabado con la vida de su querido hermano con sus propias manos, era más terrible para él, que la simple muerte de Sam.

— Ya que has decidido. — empezó a decir nuevamente Clemence. — Es mi turno.

Julian se detuvo en medio camino hacia mí y se volvió para encarar a Clemence, luciendo exasperado y agotado por todos los hechos.

— ¿Creíste que había olvidado el show principal? — se mofó. — Por supuesto que no. Ahora que pasaré a ser el rey de la mafia de este territorio, debo tomar tres decisiones. No mataré a tu hija, Julian, está claro que ella es muy especial. Tal vez y pueda hacerla mi esposa. ¿Imaginas eso? Sería un sueño hecho realidad para mí. — se burló. — Y luego, a Contini, bueno, todavía no decido qué hacer con ese amiguito.

De pronto, mi mirada puesta en Clemence, se desvió hacia afuera. Presencié el hecho más extraño de la matanza, al ver cómo caían, uno por uno, sus hombres allá afuera. El último de sus simios cayo en seco al suelo acompañando a los demás.

Muertos.

Y no tardó ni un segundo más en caer el simio que estaba cuidando la puerta.

El discurso de Utah se interrumpió abruptamente por la repentina muerte silenciosa de sus hombres.

Y fue cuando mi corazón se estrujó y a la vez, latió muy acelerado. Allí estaba la única persona que era capaz de hacerme desfallecer y darme vida al mismo tiempo.

Roman apuntó a Clemence y a su último simio con un par de pistolas largas con silenciador.

Aún no me había visto, pero no me importaba. Estaba aquí. El mejor pistolero del mundo. Y había matado a los últimos que sobraban cuando creímos que todo estaría perdido. Todo el mundo ahora tenía los ojos puestos en el imponente y precioso hombre, que sin pensarlo dos veces, había matado a la masa de enemigos.

Volví a ponerme alerta, con mi dedo en el gatillo. Y como Elio se había descuidado de mí por todo el espectáculo, avancé hacia adelante para poder lograr mi cometido.

Clemence apretó los párpados muy enojado. Después, se relajó adoptando otra vez su postura usual e irritante.

— Te fascina robarte el show, verdad. — le dijo a Roman, con un rastro de miedo en su voz temblorosa. — Hay demasiados héroes en esta casa. ¿Crees que puedes ir por donde se te antoja acabando con mis simios? ¿Y con mi familia? Te conozco, Bergström. Conozco a los de tu tipo, ¡Crees que...

Roman no pensó dos veces antes de apuntar hacia Clemence y disparar, pero el demente fue más rápido y esquivó la bala, que terminó en el cuerpo del último de sus simios. Este cayó muerto al suelo dejando el camino libre.

De modo que, me abrí paso por encima de los otros caídos, y disparé, consiguiendo que mi bala cayera justo donde deseaba.

Clemence se tocó el estómago y la sangre apareció como una catarata por su boca. Su cuerpo perdió el control y se dejó caer de rodillas, en cámara lenta, contra las mayólicas brillantes. Su mirada agonizante se encontró conmigo, me miró horrorizado, y sonreí ampliamente, para que lo último que viera, fuera mi rostro cumpliendo su venganza.

— Hablas demasiado. — le dije, caminando rápido y darle una patada en el pecho, para derribarlo de una vez por todas.

Al final, no era el destino de Roman robarse el show.

Joya de Familia | bill skarsgård | (Wattys 2020)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora