...hasta el final.

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— Capítulo 12 —

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— Capítulo 12 —

Aún en esos momentos donde te encuentras rodeado de personas, te sientes solo.
Aún estando bajo la luz, tienes frío, el frío de la soledad, aquel que no te cala en los huesos, sino en el cerebro y en lo más profundo.

Podía recordar perfectamente esos tiempos a pesar de que pertenecían a su infancia. Claro que los recordaba.

Siempre recordaría el preciso instante en que ese frío desapareció por completo, sin dejar alguna brisa fría que le coloreara las mejillas. Como un huracán que arrasa con todo lo que encuentra a su paso, así fue con su soledad, gracias a un presencia desconocida.

Él lo llamó.

La sola presencia de Mirio alumbró su corazón, dejándolo perplejo ante alguien tan brillante como la misma estrella que les brinda calor, el Sol. Algo nunca antes visto por él, sus orbes no despejaban su vista del niño frente a él, solo podía apreciar lo máximo posible.

¿Acaso él es real?

Parecía que nadie más notaba la luz que él emitía de su propio cuerpo. Sus propios labios se curvaron en una sonrisa al sentir esos rayos tan acogedores y tibios. Aquella expresión tan tierna en el niño, desde su interior algo gritaba por él, que no supo de entender. Quería sentirlo por todo lo que le quedaba de vida si es que la persona se lo permitía, el calor se sentía muy bien.

Todo frío se volvió una sensación cálida y agradable con aquella hilera de dientes blancos, una sonrisa, era como si ya todo estaría bien mientras aquel rubio esté con él.
Misma sonrisa que en unos años le provocaría una estampida de elefantes, rinocerontes, cebras , monos y hasta una bandada de pelícanos, que derritiría su corazón, más de lo que ya había logrado en todos esos años.

Porque Mirio es y será, un sueño hecho realidad.

Los problemas no existía al tener los grandes brazos de Mirio rodearle, logrando sentirse mejor que en su propia vivienda, fundiéndose en ese calor y con esa luz que seguía viendo desde el primer día que se conocieron. Los latidos ajenos son esa melodía que quiere escuchar a toda hora, debido a su menor estatura se daba el lujo de recostarse en su pecho.

Cuando su mente le jugaba una mala pasaba, siempre aparecía él con una sonrisa para contagiarsela.

Aunque Mirio tal vez nunca lo sepa, él fue quien lo salvó de su propia mente, de esos problemas donde ni consideraba batallar y por eso perdía. Los intentos por ayudarlo con sus problemas, sus caricias que lo calmaban y sus intenciones por hacelo sentir mejor — aún cuando le recomendaba una tontería, sí, sabía que era una tontería, pero no le podía decir que no a su bonito gesto.— Fueron la mejor medicina que le pudo brindar durante tanto tiempo, el miedo se encarceló por lo lindo que estaba sintiendo, ya no había espacio para él.

Siempre fue él quien lo ayudó a lo largo de estos diez años.

Siempre fue Mirio sonriendo para él.

¡Son muy Puros! [MiriTama] BNHADonde viven las historias. Descúbrelo ahora