VI. La narración

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Narrar es un arte que no tiene forma correcta de realizarse. La única regla que yo podría señalar es que la narración sea fluida (lo cual se puede lograr con el uso correcto de los signos de puntuación), ágil pero no precipitada y sin relleno innecesario. ¿Servirá de algo en la historia decir que Pancha fue a tomar un baño? Traten de que cada acción tenga un significado mínimo dentro de la trama. Tampoco es que hagan que los personajes se enamoren en el segundo capítulo. Todo con moderación.

He aquí algunas cosas que deben evitar si desean lograr una narración comprensible y sólida.

1. Súmense a la campaña #NoALaRayita. ¿Qué es eso de poner a un personaje sin nombre, y a veces sin rostro? Si el objetivo es evidenciar falta de imaginación, se logra con creces. Hay mejores maneras de conseguir que el lector se identifique con los personajes. Si hacen que la rayita ___(tn) sea rubia y la lectora es morena, ¿cómo podría sentir que es ella la rayita? Si es alegre y la lectora es introvertida (como yo), no estamos logrando nada. ¿O acaso se hará un personaje sin personalidad? Eso es imposible. El carácter de los personajes se nota en cada acción, gesto y diálogo; impregna toda la trama. La rayita no es coherente con la narración. #NoALaRayita.

2. No al punto de vista. ¿Para qué poner "Narra Pedro Pérez" o "PDV’ Pedro Pérez"? El punto de vista es algo que el lector tiene que deducir a medida que se adentre en la obra. Narración de novela no es narración de puesta teatral. No escribimos para el teatro. Miren el siguiente ejemplo.

Rufo miró a su alrededor con un suspiro de fastidio. Estaba cansado de todo. De repente, su mirada tropezó con el cuerpo esbelto de Juana. Rufo se relamió los labios al ver lo buena que estaba y pensó en lo bien que le sentaría echar un polvo con ella. Esa maravillosa visión le compuso un poco el mal día que había tenido hasta ese momento.

¿Se entiende que este es el punto de vista de Rufo y que se cuentan los hechos desde su perspectiva, lo que ve y siente? Pues el lector también lo entiende. No lo tomen por tonto. Es completamente innecesario decir explícitamente de quién es el punto de vista.

Por otro lado, yo recomiendo que utilicen un narrador omnisciente, puesto que es más abarcador y sin limitaciones en cuanto a mostrar diferentes hechos y puntos de vista. Por supuesto, también depende mucho de la temática. Por ejemplo, en una novela policíaca es más práctico tener un narrador-personaje para mantener la atmósfera de misterio, como es el caso de Sherlock Holmes. La narración en primera persona también es muy recomendable y llevadera, porque es más introspectiva si queremos enfocarnos en los sentimientos de un personaje.

3. Evita los vicios del lenguaje. Los principales son:

Cacofonía: Son esos sonidos repetidos que maltratan nuestros oídos, generalmente vistos en los trabalenguas.
Ejemplos:
atroz zozobra, camarón caramelo, una gallina pinta pipiripinta. 
Traten de alejar las palabras o usen sinónimos para evitar este vicio.

Anfibología: Es la estructuración incorrecta de frases, lo cual les da más de una interpretación que a menudo no deberían tener.
Ejemplos:
Se vende perro. Come de todo. Le gustan mucho los niños.
Llegó la carne de viejo.
Cuentos para jóvenes de suspenso.
Como ven, hay que saber ordenar correctamente las oraciones para que no transmitan una idea equivocada.

Lugares comunes: Frases demasiado usadas, clichés lingüísticos.
Ejemplos:
refugio seguro, puños de acero, queridos amigos.
Se pueden usar, pero no para tooooodooooo. Nada de tres lugares comunes por oración.

Muletillas: Palabras o frases que sirven de apoyo y pueden ser repetitivas y cansinas.
Ejemplos:
lo juro por Dios, disculpe, esto..., ¿viste?
Una muletilla por oración es demasiado.

Hay más, pero estos son los que más dificultan la comprensión y lectura.

Recordatorio: El idioma español es muy rico y variado. No usen dos veces la misma palabra en un solo párrafo a menos que sea imprescindible. Procuren emplear sinónimos (véase el apartado de ortografía y gramática).

4. Otras aclaraciones. Evítense los principio blandos, explicativos, lentos... Búsquense, desde la primera línea, un hecho, una idea, una escena o un dato significativo, que atraigan la atención del lector. No explicar demasiado; en la narración hay que descubrir a medias un objeto nuevo. Narrar no es explicar. La buena narración no debe tener un final definitivo, seco, matemático.

(Último párrafo extraído del libro Los desafíos de la ficción, de Eduardo Heras León.)

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