Si había alguna cualidad de la que podía alardear —si es que podía considerarse de esa forma— era de mi habilidad de embriagarme a cualquier hora del día. Eran las seis de la tarde y yo ya me encontraba tambaleando por los pasillos del dormitorio.
«Espero que a Kyla no se le ocurra pasar a visitarme».
Luego de volver del campus hecha un desastre y envuelta en lágrimas, había tomado unas —varias— latas de cerveza, de esas que Summer y yo manteníamos escondidas al final de nuestro pequeño refrigerador para casos de emergencia.
Esa, claramente, era una emergencia.
No había sido mi propósito embriagarme, pero antes de que pudiera darme cuenta, la bebida se deslizaba por mi garganta mientras compartía algunas conversaciones con Jacob Reinhart, el chico con quien se suponía que iba a reunirme cuando ocurrió... lo-que-sea que causó que Alexander terminara en Hamilton. Lo cierto era que Jacob era un encanto. Divertido, amable, y un poco atrevido.
Como me gustaban.
Continuamos hablando durante un buen rato, hasta que advirtió que tenía que irse. Estuvo bien, fue una buena distracción. Pero luego quedé yo sola, y tenía que salir de mi dormitorio para ir al baño a hacer de lo primero, sin que ninguno de mis compañeros de residencia notara que estaba hasta el culo de ebria. Especialmente Alexander, a él no podía ni verlo a la cara.
Abrí la puerta de mi habitación intentando no hacer demasiado ruido, y caminé en puntitas de pie como si me encontrara en una película. Me asomé por el pasillo, sintiéndome una tonta, y suspiré cuando no observé a nadie allí. Abrí la puerta del baño con rapidez, y a la misma velocidad bajé mis pantalones para sentarme sobre el inodoro.
No había mejor sensación que ir al baño luego de un tiempo de haber estado bebiendo.
Una vez que terminé, pasé a lavar mis manos antes de abrir la puerta, cosa de la cual me arrepentí.
Debería haber permanecido en el baño.
Alexander alzó las cejas cuando me observó cruzar el umbral de la puerta, y luego detenerme con brusquedad frente a él. Sentí el calor en mi rostro al tan solo recordar la forma en que lo había tratado en la mañana. Y sí, era la clase de persona que se sonrojaba con facilidad, pero solo porque mi piel era demasiado sensible, y ocurría en dos ocasiones: cuando estaba enfadada, o cuando estaba muerta de vergüenza.
—Ah —Hipé—, hola.
«Hipo, genial».
—Hola...
Hice un puchero instantáneo, y casi sin quererlo. Oh, allí venía. La ola de sentimentalismo en la que me ahogaba cada vez que bebía. También me ponía cariñosa con todo el mundo.
—Lamento lo de esta mañana —balbuceé—. No quise... no pretendía tratarte mal.
Él me observó con sus cejas alzadas, como si eso fuera lo último que se habría esperado de mí. Probablemente lo fuera. Su miraba destilaba sorpresa, y fue angelical ser testigo del momento en que tragó grueso, y, otra vez, vi su nuez de adán moverse.
— ¿Te encuentras bien?
Sacudí la cabeza.
—No.
Entonces dio otro paso hacia adelante, y sacudió todo en mi interior. Me coloqué una palma sobre el pecho, siendo consciente de la fuerza de mis latidos.
— ¿Estás ebria?
Solté una risita, me sentía como una niña traviesa. Había sido un poco de eso durante mi adolescencia.
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Destruyendo al chico ideal (CI #1)
Romance«Bienvenido a Date, you!; donde encontramos a la persona adecuada para ti». Harmony Johnson anhelaba ser la protagonista de una historia de amor con un chico perfecto. La nueva aplicación y página web que había causado revuelo por toda la universida...