Capítulo 18: Curando heridas

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Pasé las vendas por los dañados nudillos de Alexander bajo su atenta mirada. Lo hice con cuidado, jamás me había lastimado de aquella manera, aunque intuía que debía doler. Dejé leves caricias con las yemas de mis dedos alrededor de las zonas heridas, y luego hice un nudo con la tela de la venda justo sobre su palma. Esperaba que fuera suficiente, tampoco tenía mucha experiencia curando heridas.

Alex me observaba en silencio, con un hielo contra su pómulo derecho. No había soltado ni una sola palabra desde que habíamos llegado a la residencia, y la culpa me estaba carcomiendo el estómago.

Le pedí que quitara el hielo y, con cuidado, tomé un algodón para pasarlo por su pómulo derecho. Tenía una pequeña raspadura. Me coloqué sobre mis rodillas a su lado, en mi cama, y conteniendo la respiración, comencé a limpiar la lastimadura. Cuando soltó un quejido, intenté hacer menos presión. Sus manos estaban rígidas junto a su cuerpo, y todo él se encontraba tenso, como la noche del viernes.

El concepto de daño colateral era utilizado por las fuerzas armadas para referirse al daño no intencional o accidental producto de una operación militar. Alexander y su amoratado rostro había resultado un daño colateral entre la guerra que habíamos mantenido James y yo.

Y me sentía terrible por ello.

Cuando acabé, le coloqué una bandita. Lo más probable era que no fuera siquiera necesaria, aun así, Summer había insistido. Bob esponja destacaba en su piel, y le daba algo de alegría a la zona rojiza. Lo observé mordiendo mi labio inferior con fuerza. No se veía nada bien, y mi estómago se encogía de tan solo pensar en el proceso que había logrado que su rostro luciera de esa forma.

— ¿Eso es todo? —Cuestioné, dejándome caer sobre mis muslos. El castaño aplanó los labios y negó con la cabeza—. ¿Dónde más?

—No es necesario.

— ¿Dónde más?

Creí haber hecho la pregunta incorrecta cuando mis ojos lo vieron tomar el dobladillo de su camiseta y quitársela.

«Ay, Dios».

Dejé de respirar por unos segundos, sintiendo la garganta seca. La carne continuaba siendo débil y yo, muy lamentablemente, estaba hecha de ella. No tenía el torso más definido de toda la ciudad, más bien todo lo contrario. En su estómago se marcaban levemente las líneas de sus abdominales, dejando un suave relieve. Sin embargo, no fue eso lo que me revolvió el estómago. Esa tenía que ser la zona más lastimada de todo su cuerpo. Estaba hinchado, y bastante rojo, sabía que no tardaría en tornarse morado. Tenía que haberlo golpeado bastante allí. Solo tenía una pequeña raspadura, tampoco era tan necesario que la limpiarla, no obstante, me incliné para hacerlo de todas formas, porque sino se habría quitado la camiseta para nada.

—Perdón —murmuré.

Sus pestañas se alzaron y su mirada voló a la mía con rapidez. Sin embargo, no permití hacer contacto visual por mucho tiempo. Ignorándolo, tomé el algodón empapado en alcohol, y lo pasé por la raspadura que tenía cerca de las costillas.

Alexander siseó.

— ¿Estás disculpándote? —Aplané los labios y me limité a asentir con la cabeza. Me daba vergüenza mirarlo a la cara—. ¿Por qué?

—Porque es mi culpa.

—No, no lo es. Lo oíste perfectamente. Yo lancé el primer golpe, nadie me envió a hacer eso.

A eso continuaba dándole vueltas desde que habíamos salido del campus. Una parte de mi cabeza había esperado que las palabras de James fueran mentira, porque no tenían sentido. Sin embargo, no lo eran. Él lo había golpeado primero, ¿Por qué?

Destruyendo al chico ideal (CI #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora