Capítulo 23: The Dragons

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Observé al Ross Kennedy, vocalista principal y uno de los chicos más codiciados de todo el país, caminar hasta el micrófono y sonreírle a nadie en particular. A mí se me derritió cada célula del cuerpo. Desde tan poca distancia, podía verlo de forma tan clara que me asombró. Traía unos vaqueros negros, rotos y sueltos, con cadenas en las hebillas de la cintura. En el torso, una camisa de mangas cortas, negra también, y abrochada en unos de los últimos botones, me permitía ver una gran parte de su abdomen.

— ¡Sostenme! —exclamó la voz de Summer. Cuando me giré hacia la izquierda, tenía la mano apoyada en el hombro de Alex. Él la miraba como si estuviera chiflada.

Lo estaba.

— ¿Qué pasa? —le preguntó.

— ¡Voy a tirarle mis bragas!

— ¡Summer! —Reprendió Cass—. ¡Ni se te ocurra! ¡Es muy temprano para que nos echen!

— ¡Que aburrida eres!

Volví la vista al frente cuando Ross dio una profunda respiración.

— ¡Buenas noches, Chicago!

Se oyó un coro de gritos de chicas alteradas.

Yo incluida.

Nathan Price —Guitarrista y vocalista secundario— y Harvey Scott —Guitarrista también— se le unieron. Y, finalmente, el perfecto baterista Adriel Holt trotó levemente hacia su lugar. Los ángeles cantaron —o las chicas de las demás filas gritaron, lo que fuera— cuando echó una mirada por todo el lugar con una sonrisa.

¡Era demasiado perfecto!

Se me atascó la respiración. Aún no había soltado la mano de Alexander.

—Alex... Alex...

Al ver que no me oía, aumenté la fuerza de mi agarre, como hacia James cuando quería atención.

Él se giró hacia mí.

— ¿Qué pasa?

Me mordí el labio con fuerza, sin poder despegar la mirada del escenario.

—Es que... nunca antes había ido a un concierto.

Giró todo el rostro hacia mí.

— ¿Qué? ¿A ninguno?

—No. —Hice un silencio. Tenía la estúpida necesidad de llorar mientras mi pecho se comprimía—. Gracias.

—Ya te dije que no es nada.

—Gracias igual.

Adriel Holt se pasó la mano por el cabello, antes de tomar su micrófono con fuerza. Iba a morirme.

— ¡Espero que la estén pasando bien!

Me corrijo, ya me estaba muriendo y todo por culpa de ese baterista rubio.

— ¡Es un poco una locura esto de estar cantando en vísperas de navidad! ¿No? —continuó Nathan, el más pequeño. Junté mis manos sobre mi pecho y me alcé de puntillas cuando algunas cabezas se interpusieron en mi camino.

Todos contestamos con un sonoro «Sí».

—Hace bastante frío —le siguió Ross. Ay, Dios, era tan sexy que iba a morirme—. ¿Qué le parece si empezamos con algo animado para entrar en calor?

— ¡Señoras y señores! —Exclamó Harvey— ¡Quiero verlos saltar al ritmo de Drive Me Crazy!

Solté un chillido cuando oí el característico sonido de la guitarra de Harvey Scott, ser acompañado por la batería. Nathan se les unió luego, tocando la introducción de la canción, y entonces la voz de Ross inundó todo el lugar.

Destruyendo al chico ideal (CI #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora