46: Bob Ross

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Natalia P.o.V

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Cerré la puerta con cuidado, intentando no asustarla. La noche había caído ya y en el hospital no se escuchaba casi ni un alma, tan solo el traqueteo de carretillas, gente de la limpieza y algún que otro doctor. Después de irme ayer por la mañana, le había pedido a Rafi que me dejase hoy quedarme a dormir con ella. Quería estar. Más aún sabiendo lo rayada que se quedó con lo de su poder.

Estaba sentada en su cama, con las piernas abrazadas y con una carita que me daban ganas de darle un mordisco en el moflete. Escondí mi mano derecha, le sonreí y ella me devolvió una sonrisa débil. 

—Nat, no tienes porqué quedarte, de verdad. Si no va a pasar nada.

—Ya lo sé... Pero quiero quedarme. Contigo—se hizo a un lado para que me pudiese sentar en la cama también. Joder, esas camas las hacían de piedra— Adivina qué le he podido sonsacar al señor de la cafetería.

Ella encogió sus hombros, sin hacer ninguna suposición. Yo moví mis cejas al mirarla. Saqué lo que tenía escondido y se lo enseñé. Valió la pena haberme congelado las manos por no sacarlo antes, porque la cara que puso de ilusión iluminó la habitación y despejó sus preocupaciones, al menos por esos segundos.

Me quería morir de amor.

—¡Helado!—lo cogió junto a la cucharilla que saqué de mi bolsillo— De vainilla y caramelo, jo...

—Tu favorito, aunque no es una marca buena ni nada pero...—de hecho, era de estas que venden en envases pequeños, como de yogur, de algún catering al por mayor que tendría contratado el hospital—...es lo mejor que he podido conseguir.

—Gracias, Nat.

Me dio un beso diminuto en la mejilla, luego en los labios y pasó a acomodarse con la espalda en la pared. Abrió el helado y se lo acercó a la nariz para... ¿olerlo?

—Albi, ¿qué haces?

—Huele a frío.

—¿A qué huele el frío si se puede saber? Encima se ha derretido un poco por el camino.

—Pues huele a eso, a frío. A fresquito—lo olisqueó otra vez. Eres rara como un piojo verde, pero te quiero igual— ¿Lo compartimos, no?

—No te preocupes, yo no quiero. Además, solo he traído una cucharilla—me quité los zapatos para subirme del todo a la cama y sentarme a su lado—.

—Compartimos cucharilla también—propuso con tono infantil—.

—¿Quién eres y qué has hecho con Alba la escrupulosa?—puse mi mejor cara de estupefacción, que se ganó un codazo pero al menos la hice reír—¡Farsante!

—¡Qué tontísima que eres!—degustó la primera cucharada de vainilla como si hubiesen pasado años desde el último helado—Contigo ya no me da cosa, tenemos bastante confianza ya, ¿no crees?—aquello me hizo ruborizar un poco. Que dejase ese tipo de cosas de lado era bonito— Abre la boca.

Pero no la abrí. Ella lo hizo como cuando la gente quiere que sus hijos coman, haciendo que les imiten. Negué con la cabeza.

—Albi, no soy una cría como para que...

—¿Por fi?

Es que cómo le vas a decir que no a esa puta cara de cahorrito.

Rodé los ojos y me crucé de brazos. Avergonzada me acerqué a la cuchara y probé el helado. Ella expresó su alegría con un "oleeee". ¿Qué coño? Esa expresión es nueva.

Heroes Of Our Time // AlbaliaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora