52: El consultorio del amor

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Alba P.o.V

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La había cagado. La había cagado y bien.

Me mordí el labio sin despegar mis ojos del suelo en aquel despacho. No paraba de jugar con mis dedos nerviosamente. Tan solo desvié mi mirada por unos segundos hacia mi lado. Ella tenía más o menos la misma expresión. Yo había tenido la culpa, y le había arrastrado hasta aquí por hacer algo que ni siquiera me veía capaz de haberlo hecho.

Un golpe rotundo en la mesa nos sacó del trance y tuvimos que alzar la vista, asustadas. Yo siempre he sido muy impresionable, por eso digo que no me veía capaz de plantar cara a nadie. Y quizás por ser tan impresionable, al ver esa cara llena de indignación cargada sobre nosotras, un par de lágrimas empezaron a asomar por mis ojos. Pero no de culpabilidad, sino por las consecuencias.

—Alba, por el amor de dios...—exhaló, apoyada en la mesa con sus dos manos, de forma autoritaria—No te pongas a llorar, que la que quiero llorar soy yo, por la que se me viene encima.

—Per-perdón Noe... Es que no lo puedo evitar... Y-y has dado ese golpe y...—empecé a encogerme en el asiento al tiempo que balbuceaba ese intento de disculpa—.

—Bueno pues lo siento por el golpe. De todas formas, ¿tú sabes en qué lío te ha metido y nos hemos metido? Hablo en plural porque así lo vamos a vivir...

—Noe—Natalia se echó hacia delante y me dio la mano—Albi solo siguió un impulso y bastante comprensible. Tú sabes cómo son mis padres, joder...

—Claro que lo sé, Natalia, y por eso estáis aquí. En mi despacho, en una tutoría, con un aviso—volvió a sentarse, dejando reposar su espalda en el sillón de directora que tenía. La que ha liado el pollito—¡No se puede ir por la vida dándole un bofetón a quien nos provoque!

—Fueron dos...

—Muy bien, Alba, cariño. Tú mejora la situación—se deshizo unos segundos de las gafas para apretarse los ojos con los dedos, suspirando—, que no está lo bastante liada ya...

—Han... ¿Han denunciado a la academia...?—preguntó Natalia con miedo en su voz—.

—Por el momento...no—el alivio que nos recorrió el cuerpo fue grandísimo. Así se demostró en nuestras caras y en la mano que me llevé al pecho—¡Tché! Ni una pizca de relajación quiero ver en vuestros cuerpecillos, porque la denuncia pende de un hilo. Me he podido escudar en que la..."agresión"...—hizo unas comillas con las manos—ocurrió fuera de la academia y, por tanto, según estipula nuestra normativa, no nos hacemos responsables de las pequeñas discusiones que pasen más allá de sus límites.

—... ¿Eso lo pone en la normativa?

—Para nada, me lo he inventado. Pero estará.

—¡Joder, Noe!—soltó una carcajada—Para ser directora tienes un puntillo de malota.

—Menos guasa, Natalita—dijo el mote con retintín, sabiendo que no le hacía gracia—Me han montado la del 2 de Mayo entre gritos, soponcios de Victoria y amenazas de Enrique. Y aunque sacase de la manga esa normativa, no se han quedado de brazos cruzados. Antes de irse por esa puerta, dejaron bastante claro que, a partir de ahora, estaremos bajo lupa.

Se levantó del asiento para pasear por el despacho. Me cago en todo... ¡Si es que para qué me saldría esa vena instintiva! ¡En menudo marrón les había metido! Noemí se paró frente a la ventana, observando desde allí el patio exterior. La clase estaba con la profesora Torroja, haciendo ejercicios de taekwondo. Mira tú por donde, no me iba a pesar habérmela perdido, detestaba hacer uso de la violencia. Aunque...igual esto después del encontronazo con los padres de Natalia no tenía mucho sentido, ¿verdad?

Heroes Of Our Time // AlbaliaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora