31: Tu mundo

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Alba P.o.V

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—¡Corre, corre!

La barriga nos dolía de reírnos, hartas de sentir la tela pegada a nuestros cuerpos por la lluvia y de dar carreras. Estábamos empapadas, pero nos importaba entre poco y nada. 

Estábamos felices, más que unas castañuelas. No podría describir ni de lejos cuánto. Ni el gusanillo que me recorrió todo el cuerpo cuando le di el beso, el primero de unos cuantos, y que esperaba fuesen muchos más. El pensarlo me hacía ruborizar y sonreír. Ahora en frío me daba un poquito de vergüenza, todo hay que decirlo, ay...

A duras penas llegamos por fin al portón de la casa de Natalia. Jamás había estado allí, y la boca se me quedó abierta al mirar más allá de la reja. Era una casa gigantesca, con un pequeño jardín precioso, un garaje acristalado... ¿¡Eso es un Porsche!? Y UN LAMBORGHINI. Cuando decía que sus padres estaban podridos de dinero, no exageraba... ¿No hay guardas? Que haya guarda por dios, que la cochera es de crist-

—¡Albi, eh!—Natalia me agarró de la muñeca, apoyándose en la verja para abrirla—¡Que ya he abierto, como sigamos aquí fuera...!

—Si ya tenemos agua hasta en las orejas, Nat—le sonreí y me encogí de hombros, siguiéndola con pasos rápidos—Son tan sólo unas gotas más.

—Pero como pilles una pulmonía, la Rafi me mata, no voy a correr más riesgos.

Dejé una carcajada en el aire, mientras atravesábamos el jardín. Mi vista se iba hacia todos lados. La casa era de grande como dos bloques enteros... Así que aquí vivía Natalia. Aunque no diría que este era su hogar, ella jamás había hablado de casa de sus padres como tal. El hogar es donde te sientes segura y a gusto... Para ella no lo era.

Abrió las puertas de la entrada, dejándome entrar y sintiendo alivio al ver que ya estábamos en un lugar seco y a resguardo. Mi boca hizo una gran O al ver aquel vestíbulo y girar sobre mí misma para mirar hacia arriba. ¡Era gigantesco! Madre mía, había hasta columnas de mármol, una lámpara de araña dorada, recargado hasta los topes de cuadros y esculturas. Una escalera doble accedía al segundo piso. Intentaré no moverme demasiado aquí porque con la suerte que tengo como toque algo me lo cargo...

Escuché su risa detrás de mí mientras con una de sus manos me revolvía el pelo. Al mirarla, me fijé mejor en su cara de felicidad adornada con gotas de agua, en su flequillo mojado caer sobre su frente.

—Bienvenida a la mansión de los horrores—soltó con sarcasmo dejando las mochilas al lado del paragüero— La decoración es atosigante que te cagas, lo sé.

—Es...diferente. Está bien...—murmuré sonriendo de forma fingida. No lo logré y acabamos riéndonos las dos—.

—¡NATALIAAAAA! —un ruidoso grito atravesó la sala. La voz de una chica joven y los zapatazos de unas babuchas— ¡Ya era hora, coño, iba a empezar a cenar sola!

—Estás a punto de conocer a Ici. Que no te espanten sus maneras, ¿vale?—masculló Natalia con una mueca divertida—.

—¿Qué tal, has ajustado las cuentas con la cabrona de...?—dejó la frase a medio decir en el momento en el que apareció desde la sala derecha. Con una cerveza en la mano, ojos clavados en mí y expresión confundida—...Ouh.

No es que fuese la mejor primera impresión del mundo, pero aquella chica de pelo rosita y mirada inteligente tenía pinta de ser buena. Natalia hablaba de Ici de vez en cuando, era su mejor amiga y quien la cuidó en sus peores momentos. Si era importante para ella, lo era para mí también.

Heroes Of Our Time // AlbaliaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora