8: Estrella de Mar

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Natalia P.o.V

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Abrí con furia la puerta de nuestra casa, entré y cerré con un portazo, sin esperar a que mi madre llegase. Mi cara no podía reflejar más rabia de la que ya tenía, y sin cambiarla, empecé a subir la gran escalera de nuestro vestíbulo.

No podían. No podían manejarme así.

Al poco rato la puerta se escuchó, y esta vez entró ella junto a mi padre.

—¡Natalia Lacunza! ¡Baja ahora mismo de ahí!—rodé mis ojos y subí un peldaño más—¿¡Cómo se te ocurre desaparecer en medio de una reunión tan importante!?

Me apoyé en la barandilla para observarla, y que pudiera ver mi enfado en los ojos. Ella, como siempre, solo mostraba su irritación alzando la voz  frunciendo un poco sus cejas, sin alterar esa cara llena de cirugías.

—La cara que se le ha quedado a Don Ignacio...—mi padre se encendió uno de sus característicos puros con parsimonia, sin mirarme siquiera—Espero que esta vergüenza que has hecho no afecte en las acciones...

Parar el tiempo para huir de aquella encerrona, dejando plantado al tal Ignacio, no me pareció una vergüenza, sino algo que mi instinto decía que debía hacer.

—¡Era una oportunidad de trabajo maravillosa! Y la has tirado por la borda—dijo mi madre dejando que su abrigo de visón lo recogiese el mayordomo. Ugh...—.

—¡No voy a pasarme tres años siendo la secretaria de un baboso capullo diez horas al día!—el cabreo en esa frase se fue convirtiendo en agonía—¡Ni seré una enchufada de las tuyas!

—Cuida esa lengua, jovencita—con tono serio, mi padre clavó sus ojos en los míos, intimidantes como siempre—Ignacio es uno de los mayores accionistas en nuestra empresa, y un buen amigo mío—le dio una calada a su puro—.

—¿Acaso no querías independizarte, Natalia? ¡Un buen trabajo como éste es lo que necesitas!

Ahí estaban otra vez sus asquerosas artimañas. Claro que quería. Más que independizarme, escapar. De este maldita mansión de hipocresía. Pero no cómo ellos querían. No como ellos me obligaban a independizarme.

No tenía dinero, no tenía cuentas bancarias, y en cada trabajo que encontraba, sospechosamente, mi currículum no daba la talla. Supongo que no eran lo suficientemente buenos para el apellido de los Lacunza.

Querían que me fuera de casa, pero bajo sus condiciones y vigilancia. Si me iba a mi manera, ellos sabían que no tendría dónde caerme muerta. Pero yo no estaba dispuesta a ser una marioneta.

—Te lo dije antes de irnos a la cena. Era esto o la academia. Mañana mismo llamaré para enviar tu solicitud—fue dando pasos hacia su despacho, murmurando—Qué pena que un poder así sea malgastado por una cría que no sabe ni usarlo...

Mis ojos se endurecieron, aguándose por la rabia contenida. Estallé.

—¡Pues mandadme donde os dé la gana! ¡Mandadme a esa mierda de internado!—grité con todas mis fuerzas, llenando el eco del vestíbulo. Me dirigí hacia mi cuarto—¡Cuanto más lejos esté de vosotros, mejor!—y con eso, cerré con fuerza—.

Heroes Of Our Time // AlbaliaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora