10. Los mafiosos

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Narra Guillermo:

Estuvimos como dos horas en el coche que le tenían preparado con las grandes cantidades de droga, entre que llegábamos al lugar donde Vegetta había quedado para entregar la mercancía y esperar a sus clientes, se nos hizo eterno.

Un par de hombres, montados en un camión, nos recibieron. Nos dieron el dinero, recogieron lo que vinieron a buscar y se fueron sin decir nada.

En ese momento estaba muy asustado, no me gustaba nada de este trabajo y mucho menos la gente con la que te puedes encontrar dedicándote a esto.

Vegetta me dijo que teníamos que parar antes en un local, donde él conocía al dueño, por lo visto había estado más veces en Barcelona y tenía sus contactos aquí también.

-Aquí es. -Me situó frente a la puerta del lugar para luego soltarme del brazo. -Entra.

Ambos nos adentramos, encontrándonos con varios hombres trajeados. Parecían ser miembros de la mafia o algo así, al menos para mí.

-Vayan a llamar a Ricardo, díganle que es de parte de Vegetta. -dijo él tan tranquilo al pronunciar esas palabras.

Yo estaba muerto de los nervios, sentía que en cualquier momento sacarían sus armas y me apuntarían a la cabeza. "Willy, ves demasiadas películas americanas"

-¿Para qué estamos aquí? -le pregunté en voz baja cuando no nos miraba nadie.

Justo me iba a responder, pero aparecieron los hombres de antes con alguién más.

-¡Eh, Vegetta! ¡Cuánto tiempo! -Aquel hombre le estrechó la mano y muy sonriente le preguntó: -¿Qué te trae por aquí?

-Pues resulta que... necesito que me hagas un favor.

-Dime, colega.

-Tengo una gran mercancía en el coche, y hasta dentro de tres días no tengo que entregarla...

-Entiendo. -dijo el intimidante hombre. -Y quieres que yo te la guarde hasta entonces, ¿no?

-Exacto. -contestó serio Vegetta.

-Por supuesto. -sonrió por fin, después de dejar un silencio incómodo. -¿Dónde tienes el coche?

-Según sales a la derecha, aparcado en doble fila. -dijo para a continuación salir de allí acompañado de Ricardo y dos hombres más.

Iba a ir con ellos, pero los trajeados que me hacían compañía no me dejaron.

Me sentía intimidado por sus frías miradas.

Lo que fueron minutos, me parecieron horas. Nunca pensé que me alegraría tanto de ver a Vegetta aparecer por la puerta, pero sinceramente sentí un enorme alivio y como mi cuerpo cada vez estaba más relajado.

Se despidió del hombre, tiró de mi brazo y salimos de allí para ir de vuelta al hotel.

-¿Por qué coño te quedaste dentro? -Estaba enfadado. ¿Por qué? ¿Yo que había hecho ahora?

-¿Eh?

-No saliste conmigo, cuando fuimos en busca del coche.

-Pero si no me dejaron los gorilas de tu amiguito. -contesté subiendo un poco el tono de voz.

-A mí no me levantes la voz. -me dijo autoritario. -Además eso no me vale de excusa. Tenías que haberles dicho que en ningún momento debes separarte de mí. La próxima vez que esto ocurra, tomaré medidas.

Pero, ¿qué medidas? ¿De qué estaba hablando este pirado?

-¿Cómo voy a decirles eso? Para que me peguen un disparo entre ceja y ceja.

¿Tragedia o fortuna? [Wigetta]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora