22. Imágenes aterradoras

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Narra Guillermo:

Me desperté de mejor humor que el día anterior, pero a veces imágenes de la muerte de aquel chico, aparecían por mi mente.

Me dirigí al salón, me senté en el sofá mirando al frente, sin poder dejar de pensar en lo sucedido el día anterior.

-Buenos días, madrugador. -Saludó Vegetta, entrando por la puerta.

Sin darme cuenta, me encontraba con el ceño fruncido. Su presencia me molestaba en cierto modo, pero sabía por lo que era.

-¿Llevas mucho tiempo aquí? -me preguntó, situándose frente a mí.

-Más de media hora. -respondí borde.

-¿Mal despertar? -Esta vez, prácticamente, se tiró al sofá, provocando que mi cuerpo diera un salto inconsciente. Su voz al preguntarme sonó bastante burlona.

¿Es que acaso era idiota? ¿A qué venía esa manera de reaccionar ante mi borde respuesta? ¿Y por qué me preguntaba todo esto? ¿Acaso quería que se enfadara?

Mi cara de mal gusto respondió a lo que me preguntaba.

-Guillermo. -Me llamó en un tono totalmente diferente, estaba serio.

Rápidamente lo miré preocupado. Era algo que hacía inconsciente, en cuanto escuchaba que su tono de voz era serio o parecía enfadado, algo en mi cabeza me hacía reaccionar y al mismo tiempo ponerme nervioso.

-No me está gustando nada tu actitud, ¿sabes?

Reí sarcásticamente por menos de un segundo, sin mirarlo.
Lo que me faltaba por oír.

Noté como su mano se posó sobre mi mentón y desvió, bruscamente, mi rostro, obligándome a mirarlo.

-Si tienes algo que decir, ya estás tardando.

Vale, ahora lo había enfadado.

-N-no es na-nada. -tartamudeé, intentando apartarle la mirada. No me gustaba en absoluto cuando se ponía así.

-Que me lo digas. -Su mano iba aumentando la presión sobre mi cara, empezaba a ser molesto.

-¡Nada! -grité. Esta vez cerré los ojos, para no mantener contacto visual con él.

-Te he dicho miles de veces que me mires cuando te hablo. -Hizo una pequeña pausa, hasta que abrí los ojos y continuó: -La próxima vez habrá castigo.

-¿Q-qué?

-¿Algún problema con ello? -preguntó, alzando ambas cejas.

-Ninguno.

Creo que mi mirada fue tan sumisa, que provoqué que una sonrisa se dibujara en sus labios. Maldito bastardo... ¿Y yo estuve reconociendo hace poco que me gustaba? ¡Lo retiro! ¡Lo odio demasiado!

Me soltó de su agarre y volvió a hablar.

-Dime qué te pasa. -Ahora parecía menos serio, pero igual era intimidante.

-E-es... Por lo de ayer... -contesté bajando la mirada. -Me he despertado varias veces en la noche...

-Así que es por eso. -El tono de su voz, ahora más tranquilo, hizo que mi cuerpo se calmara en cuestión de segundos. -Quizá no debí hacerlo frente a ti. -Pasó de mirar al frente a observar mi rostro preocupado. -Pero sabes que tu deber es estar junto a mí las veinticuatro horas. 

Esa última frase me enfadó un poco, e inconscientemente me levanté del sofá bruscamente, y como era de esperar me agarró del brazo, con fuerza, para impedirlo.

-¿A dónde crees que vas? -Yo ni siquiera lo miraba a la cara, pero sabía que tenía que hacerlo, ya que me había advertido que si no lo hacía me castigaría. -¿Te he dicho que te levantes?

-No. -Le estaba mirando a los ojos, no quería hacerlo, me daba miedo. -Estoy harto de tener que pedirte permiso para cualquier movimiento, no soy una marioneta. 

Y justo cuando dije eso último, intenté esquivar su mirada en vano.

-Te he dicho miles de veces que me mires. ¿Ya se te ha olvidado?

-N-no... Es que...

Tiró de mí, con fuerza, y caí encima de él.

Mi cara se encontraba sobre su pecho, respirando el olor de su perfume. En estos momentos me costaba admitir que me encanta su olor, y bueno... el hecho de estar casi abrazado a él...

-¿Aún estás harto de mí? -me preguntó al notar como cerraba los ojos y disfrutaba de estar así.

Intenté separarme de golpe, cosa que no conseguí del todo, y respondí: -¡S-s-sí!

-Vale, ahora dime eso sin ponerte rojo.

Él rió a carcajadas y yo volví a fruncir el ceño. 

De nuevo tiró de mí para abrazarme, una sensación maravillosa que me gustaría que fuese eterna.

-Dame un beso, gruñón. -dijo con una sonrisa en los labios.

Hice lo que me dijo, y uní sus dulces labios con los míos en un beso tímido y sincero.

-Me encantas, chiqui. -articuló nada más separarnos.

Como de costumbre, me había puesto nervioso. Cualquier cosa que me dijera, lo hacía. A veces en el buen sentido y otras en el malo, esta vez era en el bueno.

Giré la cabeza, sin querer mirarlo por la vergüenza, a lo que él reaccionó de una forma muy distinta a la que podría llegar a imaginar.

Su mano se deslizó por mi torso, hasta llegar a mi entrepierna, adentrándose en mi ropa interior.

-Hhm... ¿q-qué haces? -pregunté un poco desconcertado.

-Hago lo que quiero. 

Agarró mi miembro con autoridad y empezó a masajearlo.

-Hhmm... p-para...

-¿Por qué?

-N-no q-quiero esto...

-¿A quién quieres engañar, pequeño Willy?

-A-a n-nadie...

-Está bien.

Sacó su mano del interior de mi ropa y se levantó del sofá, dejándome con un gran signo de interrogación en mi cabeza. ¿Quería que se fuera?

Instintivamente lo seguí hasta la cocina, dándole a entender que porqué había actuado así, y sin tener una respuesta a cambio, empezó a preparar el desayuno.

¿Qué tramaría Vegetta?

(Autora: MrsDesrosiers17)

¿Tragedia o fortuna? [Wigetta]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora