21. Muerte y lágrimas

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Narra Guillermo:

Al mediodía Samuel recibió una llamada, no le presté demasiada atención, pero hubo algo que me llamó la atención: "¿Cómo atraparon a Alejandro?" Bah, tratándose de Vegetta no me sorprendería que tuviera a otro chaval secuestrado.

"Secuestrado" A veces pienso en esa palabra y me suena extraña, se supone que yo debería estar deprimido o sufriendo, cabreado con la persona que me tiene encerrado en su casa, no follando con él... Que feo ha sonado eso.

Poco después, Vegetta me dijo que teníamos que salir, subimos al coche y él condujo unas cuantas calles hasta que llegamos a una casa aparentemente normal, pero no me extrañaría que por dentro se viera como un bar.

Para mi sorpresa, era una casa bastante elegante. Caminamos por un gran salón, atravesamos un comedor, luego un bonito jardín hasta que llegamos a una habitación que estaba en el fondo, al final del todo.

-¿Está aquí? -preguntó Vegetta a quien creo que se llamaba Patrix.

-Sí. -dijo apartándose a un lado para que él entrara tomándome de la mano.

Era un lugar pequeño y casi vacío, con paredes grises y húmedas. En el centro había un chico amarrado a una silla con la boca vendada.

-Cuanto tiempo... -dijo Samuel penetrándolo con la mirada.

El chico balbuceó a modo de respuesta, debido a la tela que cubría su boca.

-Shh, calla. -advirtió Patrix.

-No, déjalo, quítale el vendaje. -ordenó Samuel, y Patrix obedeció.

-Veo que encontraste a alguien que reemplace a Frank. -Noté que Vegetta se tensó, mordió su labio y apretó mi mano.

-Hijo de puta. -Le dio un fuerte golpe cerca de su boca.

-Golpéame si quieres, él no volverá. -Lágrimas brotaron de los ojos de Samuel, el cual volvió a golpear al chico.

-¡Acaba con él! -gritó Pat.

Vegetta tomó una pistola y le apuntó.

Lágrimas amenazaron con salir de mis ojos por alguna razón que desconocía.

Él le quitó el seguro al arma y una lágrima rodó por mi mejilla, la sequé rápidamente, pero no lo suficiente como para que el chico no la viese.

-¿No conseguiste un mejor reemplazo para Frank? -preguntó sonriendo. No puedo creer cómo puede estar tan calmado estando a punto de morir.

Vegetta me miró comprensivo y volvió la mirada al pelinegro.

-¿Hay algo que quieras decir antes de morir?

-Sí, ten cuidado. -Samuel lo miró con desconfianza, y al notar que no iba a decir nada más, disparó.

Ver la imagen de aquel chico muerto, con sangre saliendo de su pecho, manchando la silla y su camiseta me dio mucho asco, pero sobretodo miedo.

De nuevo las lágrimas salían de mis ojos, los cuales estaban abiertos como platos.

Me fui corriendo del lugar y me senté en un banco del jardín, abrazando mis piernas y escondiendo mi cabeza entre estas.

-¡Guillermo! ¡Sabes que no puedes separarte de mí! -gritó Vegetta, pudiéndolo escuchar desde donde me encontraba.

-¿Guille? -Me sonrojé al oír mi nombre saliendo de sus labios.

Levanté un poco la cabeza y miré por encima de mis rodillas para ver dónde estaba.

-¿Qué sucede? -me preguntó sentándose a mi lado.

Al no obtener una respuesta de mi parte, pasó su brazo por mi espalda y yo lo abracé. Puse mi cabeza sobre su pecho y volví a llorar con más fuerza que antes.

-Tranquilo, te quedarás aquí. -Su voz sonaba calmada y enternecedora. Esposó mi muñeca al banco y añadió. -Siento tener que hacer esto, pero sabes que no puedo dejarte ir. Tengo que terminar de hacer un par de cosas, en casa hablamos.

Pasaron unos quince largos minutos, Vegetta volvió, me quitó las esposas y subimos al vehículo.

-¿Me puedes decir qué te pasa? -No sabía qué responder, de hecho no estaba del todo seguro de qué era lo que me sucedía.

-No lo sé, tengo miedo, estoy asustado. Tal vez sea que no se quién o qué eres, quizás sea que me tienes secuestrado, o incluso que acabas de matar a una persona delante de mí, o todo eso junto.

Todo esto lo dije a una velocidad increíblemente rápida y comencé a llorar. Me di cuenta de que Vegetta tenía los ojos llorosos, a punto de empezar a llorar.

-Guille, yo...

-Déjame. -Noté que intentó abrazarme.

Arrancó el coche y condujo hasta su casa, nuestra casa. Bajamos y entramos.

Una vez dentro, me quedé sentado en el sillón un rato hasta que Vegetta me sacó de mis pensamientos.

-Guillermo, yo lo siento mucho, pero sabes que no puedo dejarte ir. -Asentí con la cabeza sin mirarlo a los ojos. -No quiero que estés cabreado conmigo.

-¿Pero entonces qué quieres que haga? ¿Que siga mi vida contigo como si no hubiese pasado nada? -La verdad es que, de alguna extraña manera, sí quería eso.

-No es tu decisión. Te dejaré descasar por hoy, pero como sigas así no pasara nada bueno.

Me fui a la cama y me tumbé pensando en todo lo que había pasado durante el día, hasta que me quedé profundamente dormido.

(Autora: Aitak672)

¿Tragedia o fortuna? [Wigetta]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora