10. El muérdago

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La alarma sonó a las diez de la mañana y aunque hubiera dormido pocas horas por haber trasnochado aquel uno de Enero, se levantó con más fuerzas que nunca.

Hoy era el gran día. Hoy le daría la carta a Will. Hoy por fin le abriría su corazón.

Al bajar las escaleras de la litera observó que su amigo no estaba en su cama. Seguramente esté abajo desayunando.

El chico se dirigió al escritorio de su cuarto y abrió uno de sus pequeños cajones. Revisaba en cada rincón y detrás de cada objeto pero no encontraba la carta.

Enseguida cayó en que justo ayer la cambió de escondite. La guardó en un pequeño bolsillo de su pantalón.

Esta vez caminó hacia la silla de su habitación, dónde iba apilando toda la ropa que se quitaba. Pero el azabache se quedó descolocado. No había ninguna prenda en esa silla.

No le faltó tiempo para salir corriendo de su cuarto y bajar las escaleras a toda velocidad. Seguro que su madre tenía algo que ver.

Al llegar a la planta baja de la casa observó que estaba demasiado vacía. Su padre estaba dormido en el sofá como de costumbre y Karen estaba en la cocina limpiando los platos de la cena de ayer. Pero no había rastro de los Byers.

— ¡Oh! Buenos días, cielo. —dijo al ver a su hijo.— ¿Qué tal has do–

— Mamá ¿Dónde están mis pantalones? —interrumpió Mike. No tenía tiempo para hablar. Su prioridad ahora era aquella maldita carta.

— ¿Qué pantalones?

— ¡Los que me puse ayer, mamá!

— ¡Ah! He echado a la lavadora toda la ropa que tenías encima de la silla. ¿Por qué? ¿Te los querías poner hoy también?

— ¡No, no mamá! ¿Por qué lo has hecho? ¡Joder! —se quejó llevándose las manos a la cabeza. El azabache no daba crédito de lo que estaba pasando. Probablemente sea el chico con más mala suerte del mundo. Se supone que hoy iba a ser un gran día. Que hoy por fin le daría la carta.

En aquel momento ambos escucharon el sonido del claxon de un coche.

— Parece que son los Byers. —dijo Karen

No puede ser, pensó. Rápidamente fue a la ventana de la entrada y miró tras las cortinas. No cabía duda de que era el coche los Byers.

— ¡Mierda, mierda! —dijo cerrando el visillo.

La familia de Will estaba allí por última vez y él ya no tenía la carta. ¡Joder! Por un momento pensó que las cosas irían bien... Está claro de que "fracaso" era su segundo nombre.

En ese instante, llamaron a la puerta de su casa.

Los Byers ya estaban aquí para despedirse. Este sería el último momento en el que viera al castaño. ¡Maldita carta! Debió haber escondido la carta en un lugar mejor, lejos del alcance de su madre.

El chico decidió abrir la puerta sin más. Ya nada podría ir peor. Ya se había arruinado todo...

— Will...

Solo su amigo estaba en la entrada de su casa. El resto de los Byers se quedaron en el coche.

— Hola Mike. —saludó sonriente.—He venido para despedirme. Acabamos de recoger a Freddy y ya nos vamos. No quise despertarte esta mañana porque...—el castaño paró al fijarse en el rostro de su amigo. Se veía muy triste.—  ¿Estás bien? —dijo preocupado.

— No, Will. ¡Joder! No estoy bien. —respondió el chico por primera vez con sinceridad.

Al castaño le sorprendió la manera en la que le habló su amigo. Realmente estaba destrozado. Mike cambió su tono de voz al ver que se estaba poniendo demasiado agresivo.

all i want | ✯byler✯ [parte 1: COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora