Capítulo 19. Confesiones

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Mi cuerpo estaba parado estático en la puerta de la casa en la que pensé iba a vivir el mejor verano de mi vida. Del otro lado, estaba la persona que sin dudarlo más me había dañado en toda mi corta existencia. Pero tenía que hacerle frente, era momento de escucharlo. De darle la oportunidad de que me diera su versión de las cosas. Que me diera respuestas de que había pasado, que se le había cruzado por la cabeza cuando había aceptado usarme de esa manera.

Respiré hondo dos veces antes de girar el picaporte. Tenía terror de que estuviera ahí sentado en la sala. Porque no hubiera tenido la oportunidad de cambiar mi opinión e irme. Miré para todo el interior y no estaba. El sofá estaba vacío, la televisión apagada. Avancé hasta la puerta de la cocina, respiré una vez más y entré. Pero ahí tampoco estaba. Todo estaba ordenado, en su lugar, como si nadie hubiera estado ahí en horas. Me dirigí a la escalera, tal vez estaba acostado en alguna de las dos habitaciones. Toda mi concentración se ubicaba en no hacer ningún ruido con la madera de los escalones para que no me anunciara. Para no dejarlo prepararse. Abrí la puerta de la cama grande primero y estaba vacía. Caminé hasta la de las dos camas y tampoco había nadie. ¿se habría ido con mi hermano, Alex y Cherie? Poli había dicho que él no había querido ir. Que desde que había pasado todo no había vuelto a hablar con Alex, que apenas había vuelto a hablar con cualquiera. Era probablemente con ella con la única que hablaba y siempre para preguntarle por mí. Pero Poli había hecho una promesa conmigo de que no le iba a contar nada. Y a la larga Villamil se había rendido en intentar conseguirle información.

Entonces mi interrogante volvió a aparecer ¿Dónde estaba? Bajé la escalera rápidamente hasta caer en cuenta de que me faltaba revisar una sola habitación de la casa. ¿estaría ahí? Cuando pisé el suelo de la planta baja caminé hasta mi dormitorio. O bueno, el de mis abuelos, pero el que yo había elegido considerarlo mío durante todo el verano.

Respiré hondo y entonces abrí la puerta.

Al descubierto quedó la enorme cama. Las sábanas estaban revueltas. Había platos con resto de comida en las mesas de noche. Ropa tirada en el suelo. Y sobre el colchón estaba él acostado. Estaba boca arriba con los brazos cruzados por sobre los ojos. Su respiración era tranquila. No sabía decir si estaba dormido o no. Tenía puesta una camiseta blanca de cuello V y una bermuda que probablemente mejor no le podía quedar. Y él no podía ser más lindo. Y yo no podía ser más idiota por seguir creyendo que era la persona más hermosa que jamás había posado mis ojos. Tal vez lo era, físicamente, pero por lo que me había demostrado, no interiormente. Era una total y completa basura como persona. Y todas las cicatrices que tenía en el corazón lo comprobaban.

Me quedé en silencio mirándolo unos minutos. Probablemente sea extraño incluso perturbador, pero quería que quedara grabado en mi mente, porque estaba casi segura que después de ese día no iba a volver a hablar con él nunca más, que nunca más lo iba a ver, ni siquiera a mencionarlo. Y pese a todo lo que me había hecho, era probablemente la primera persona que me había enseñado lo que es realmente estar enamorado de otro. Y aun por más que pudiera...no estaba segura de querer olvidarme de todas las cosas lindas que habíamos pasado juntos, por más que hubiera sido simples mentiras, mientras las viví fueron momentos hermosos y geniales. Que realmente me habían hecho feliz...no quería dejar de recordar eso.

"hola" saludé suavemente. Si estaba dormido no me iba a escuchar. Enseguida sus brazos se levantaron de sus ojos y en un movimiento rápido estaba sentado en el colchón mirándome con los ojos más hinchados y más rojos que jamás había visto a alguien tener. Había tanto dolor, que de pronto sentía como aparecía otra cicatriz más en mi corazón. ¿Por qué aun después de saber la verdad él era capaz de seguir lastimándome?

"viniste" murmuró. A penas si lo escuché, pero pude leer como sus labios formaban esa palabra. Era una mezcla de alegría, de sorpresa y de completo terror. Probablemente sabía que la única razón por la que había ido era para darle un cierre a todo. Para formalmente decirnos adiós. Para intentar disipar un tanto el rencor y el odio que sentía por él, junto con el amor. Era eso, una relación perfectamente balanceada entre amor y odio.

Verano (Juan Pablo Villamil)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora