El engaño de Rita

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Rita estacionó malhumorada a Vanzilla de nuevo en la cochera. Los ingredientes que su esposo le había pedido resultaron ser más costosos de lo que hubiese esperado, la peor parte es que quedó muy limitada en cuanto a su tiempo al ir al consultorio a ver al doctor Feinstein fuera de horario laboral como había quedado con él por la mañana. Realmente le hubiera encantado en esos momentos un buen momento a solas con...

—¡Hola mami, ya llegaste!

La mujer se llevó una mano al pecho por la impresión que le causó una de sus hijas al salir así de repente, asomándose por la ventana de la puerta e interrumpiendo sus pensamientos.

—¡Lucy, no hagas eso! Me asustaste.

—¿Lucy? No, mami. Soy Lily.

—Sí, fue la costumbre. ¿Qué estás haciendo?

—Nada.

En realidad estaba buscando un nuevo escondite para sus tesoros en la cochera. Aunque Lucy le asegurara que no le interesaban los mismos, no podía fiarse del todo, en especial porque su hermana creía que no tenía nada de valor, ignorante de la cantidad de dinero que ya había juntado, así que por su tranquilidad había bajado su pequeño cofre con la esperanza de dar con un sitio mejor y más discreto.

—Cariño, ¿no me ayudas a llevar las bolsas de las compras a la cocina?

Lily asintió, con un poco de suerte y podría presentarse una oportunidad de utilizar el método de Darcy y Lola en su madre.

Cuando Rita salió y abrió las puertas de en medio de Vanzilla, tomó dos de las bolsas más pesadas, dejando que Lily tomase una mediana. La niña miró una pequeña libreta de notas bajo la bolsa; pensando en que su madre la utilizaba para anotar las ideas que tenía para escribir esa novela en la que parecía estar siempre enfrascada, la tomó para dársela en cuanto se desocuparan. Podía sentir que había algo entre las hojas, pero no sintió ningún interés especial en ver de qué se trataba.

—¿Y a dónde fuiste, mamá?

—Solamente al supermercado por las cosas que tu padre me encargó. ¿Todavía no llega Lori?

—No, mami.

Ya en la cocina, Rita se dio prisa para comenzar a acomodar todo, esperando que su esposo no tardara en lo que estuviera haciendo para que se apresurara con la comida. En el horno parecía estar el pan de lo que será un pastel cocinándose a fuego lento. Lily estaba por entregarle la libreta, cuando se le ocurrió que con tantas cosas en mente, quizá ese sería el momento perfecto para intentar el método con ella.

—Mami... necesito decirte algo.

A la mujer le intrigó el lastimero tono de voz de su hija.

—¿Ahora qué hiciste, cariño?

En el momento en que trataba de adivinar qué nueva travesura había hecho, se dio la vuelta para verla y ahí la encontró entre sus manos: La libreta con los "recados especiales" que el doctor Feinstein solía hacerle a escondidas de los demás y que pensaba había dejado en su bolso.

—Cariño, ¿de dónde sacaste eso?

—De Vanzilla.

Casi como si de un explosivo se tratase, con cuidado y muy asustada Rita estiró sus manos lentamente con la intención que su hija le entregara esa libreta.

—Hija, por favor devuélvele a mami eso.

Lily pensó que debían de tratarse de ideas muy importantes por la precaución con que se la pedía. Obedeció e imitando los momentos lentos y exagerados, se la entregó como si fuese un agente especial de los de la televisión. Rita suspiró de alivio una vez que la recuperó.

Ya lo sé todoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora