La dulce e inocente Leni

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Leni cerró la puerta de su habitación y entusiasmada colocó sobre la cama sus compras, cuando de pronto tocaron y se volvió para abrir. Se trataba de Lily. La pequeña agitó su mano saludándola.

—Hola Leni. ¿Puedo pasar?

—Hola hermanita —le saludó con una cálida sonrisa antes de hacerse a un lado para que entrara—. Por supuesto. Pasa, bonita.

Su hermana mayor como de costumbre, siempre se mostraba accesible para cualquier cosa que sus hermanitos requirieran como la buena hermana mayor que esperaba continuar siendo a sus veintiún años. Lily no recordaba nunca aquella época de la que el resto de sus hermanas y hermano le hablaban, de cuando Lori vivía en casa y esa habitación por el contrario era una zona restringida.

La niña dio un vistazo a las telas, cintas y entre otros artículos en las bolsas de mandado sobre la cama. El cumpleaños de las gemelas estaba a menos de un mes de llegar, por lo que supuso su hermana pensaba en fabricarles como regalo algunos vestidos, al menos a Lola, a no ser que hubiese olvidado nuevamente que Lana no apreciaba ese tipo de presentes.

—¿Qué sucede, Lily? ¿Quieres que te ayude con algo? ¿Se te antoja un Smothie? A mi sí. Puedo prepararte uno a ti también.

Lily sintió cierta culpa por hacerle la jugarreta también a Leni. Por un momento pensó en sólo pedirle el Smothie y marcharse para buscar a Lola, pero entonces la ambición la dominó. Leni ganaba buen dinero en las tiendas de ropa más exclusivas del pueblo por sus propios diseños de vestidos, por lo que estaba segura que no le afectaría desprenderse de un poco para que ella consiguiera ambas versiones de su juego. Poniendo su mejor expresión seria, inspiró hondo y comenzó su teatro.

—Leni, tengo que confesarte algo... ya lo sé todo.

—¡Eso es perfecto! —exclamó alegre—. Cuando iba a la escuela casi no sabía nada. Me alegra que tu ya lo sepas todo. Te irá muy bien en los exámenes.

La pequeña parpadeó confundida un par de veces antes de aclararse la garganta e intentarlo una vez más.

—No me refiero a la escuela, Leni. Me refiero a... ya sabes... ya lo sé todo.

Leni se rascó la cabeza.

—¿Y no me lo contarías? Es que creo que yo no sé nada.

—Se trata de ti, Leni. Ya lo sé todo de ti.

—¡Genial! A mi también me gustaría saberlo todo de ti, pero creo que sólo sé que te gusta el morado, los videojuegos y los pasteles. Es bonito saber que una de mis hermanas sabe todo de mí.

—Hmm... no me refiero a que te conozco, Me refiero a que —y bajó la voz en este punto tratando de hacerse la misteriosa—... sobre tu secreto... Ya lo sé todo.

Leni se quedó con la boca abierta.

—Ay, no. Pero si tu ya lo sabes, entonces ya no es secreto.

—Pues... supongo que no.

—Oh, bueno —la joven mujer recobró su sonrisa y comenzó a sacar los artículos de sus compras entre otras prendas que tenía guardadas—. Me alegra que lo supieras. Eso significa que ya no tengo secretos. Gracias, Lily. Es incomodo tenerlos.

A la niña le estaba resultando un tanto cansado el tener que lidiar con Leni así. Sus reacciones no eran las que hubiera esperado. Parecía no comprender realmente lo que trataba de insinuarle.

—Leni, empecemos de nuevo hermana. Ya lo sé todo. "Toooodo".

—¡Excelente! Entonces dime, ¿cuál color de lazo crees que le combine mejor a este mameluco? ¿El rosa o el amarillo?

Ya lo sé todoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora