Capitulo 3

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Habían pasado ya 2 horas desde que la habían metido en una caravana oscura. Estaba completamente sola y el único sonido que podía escuchar era el traqueteo de los caballos.

Y pensar que hace un día yo era feliz con lo que tenía...-pensó Krimhild- Papá debe estar preocupado por mí...pero ¿cómo le puedo decir que jamás volveré?

-¿Estás despierta?-preguntó Fernando cuando llegaron a su destino

-Sí-respondió Krimhild

-Baja ya estamos en la capital-dijo Fernando y la ayudó a bajar

Krimhild admiró con asombro la capital. Unos edificios increíblemente grandes y pintados de colores muy pintorescos.

Pero lo más importante que ella vio fue que la gente parecía feliz.

Mi gente se muere de hambre... ¿y estás personas son felices?-pensó Krimhild

-Hasta que lleguemos a nuestro destino me puedes preguntar cualquier cosa-dijo Fernando- Iremos caminando-agregó él y comenzó a caminar

-¿Por qué la gente acá parece más feliz?-preguntó Krimhild mientras lo seguía

-No sufren la parte mala del imperio-respondió Fernando sin mirarla- No saben que los pueblos vecinos viven en el descontento

-Parece que usted también no está de acuerdo con el imperio-dijo Krimhild

-Mi opinión no es importante-dijo Fernando- Se acabaron las preguntas ya llegamos

El abrió la puerta y la hizo pasar a Krimhild primero. Una vieja casona con pisos de madera que rechinaban y con un escritorio en medio donde otra señora se hallaba sentada. Fernando le dijo a Krimhild que espere allí y fue donde la señora. Conversaron un par de cosas que Krimhild no logro a escuchar y terminó diciendo:

-Hasta luego señorita, buena suerte- se despidió Fernando

Ahora ella se sentía sola. La señora se paró y le hizo una seña para que la siguiera. Krimhild la siguió hasta un cuarto de donde salía mucho ruido.

-Entra- le ordenó la señora y Krimhild obedeció

Al entrar a aquella habitación vio alrededor de 25 chicas de aproximadamente su misma edad. La mayoría de ellas estaban sentada en el suelo o arrinconadas en la pared. Otras estaban llorando, mientras que vio solo a 3 chicas riéndose de quien sabe qué.

Y estaba asustada. Todas eran bonitas. Todas estaban en la misma situación que ella.

-Hola- dijo una de joven que se le acercó.

Increíble. Es muy hermosa

-Me llamo Marian-dijo ella sonriendo- Mucho gusto

Marian era de cabellos negros que caían en forma de cascada hasta la cintura. Tenía cerquillo y unos ojos verdes muy claros.

-Soy....Krimhild-dijo Krimhild devolviéndole el saludo- Un placer-dijo mientras estrechaba su mano

-Debes estar asustada-dijo Marian con un tono melancólico- Todas estamos así también

-¡Te equivocas!-

-¿Quién?-preguntó Krimhild volteando para ver quien hablaba

-Gracias a este lugar ¡yo no fui a la cárcel!-dijo una de las chicas de cabello negro azulino

-¿A qué te refieres?-preguntó Marian- Y lo más importante ¿puedes decir quién eres?

-Me llamo Lisbeth-dijo la pelinegra- Yo robaba comida en las calles de la capital y en vez de llevarme a la cárcel ¡me trajeron aquí!

-Todas terminaremos siendo objetos-agregó Krimhild- ¿Eso te parece bien?

-Tal vez no parezca muy bueno para ti-respondió Lisbeth- pero esto es mejor qué ir a la cárcel

Por un momento hubo silencio. Se oyó el sonido de la puerta abrirse y se pudo a ver a la señora de la entrada y a dos hombres a su costado.

Sin nada más que decir la mujer empezó a nombrar a varias jóvenes y ellas empezaban a salir por la puerta.

-Lisbeth Román-menciono la señora

-Ya me voy, las veo del otro lado-dijo Lisbeth y guiño el ojo mientras se iba

-Bien, Marian, Krimhild y Elizabeth-dijo la señora- Irán con su majestad, el Rey

La muñeca del ReyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora