(03: el arte de perderse para encontrarse por oliver morales)

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Salir de casa no era precisamente una de las cosas favoritas de Oliver, pero tampoco era algo que odiara

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Salir de casa no era precisamente una de las cosas favoritas de Oliver, pero tampoco era algo que odiara. Estaba en un punto intermedio. Aunque esto no siempre fue así, pues hubo un tiempo, muy, muy atrás en que salir de casa era lo mejor para él. Salir y disfrutar el mundo, lo llamaba él... pero eso era tiempo pasado. Eso había terminado. Y ahora solo salía cuando era estrictamente necesario; como para hacer la despensa, o ir a la lavandería, o cargar gasolina, o cuando había una película interesante en cartelera, o cuando tenía ganas de agregar un nuevo libro a su pequeña biblioteca. Y esa mañana, para su casi fortuna, era estrictamente necesario que saliera, pues cuando abrió el refrigerador en busca del cartón de leche para prepararse un tazón de cereal, se dio cuenta de que aquel cartón estaba vacío. Ni una gota.

Al principio, y por ser tan temprano, le dio pereza la idea de quitarse el pijama y tener que salir al frio infernal, pero no le quedaba de otra, pues se dio cuenta después, también faltaba papel higiénico. Genial. Así que no le quedo de otra más que darse una ducha rápida, vestirse, colocarse una bufanda y un cubre bocas —su garganta seguía en condiciones precarias—, subirse a su coche y conducir hasta el supermercado. Las calles estaban casi vacías, solo aquellos que hacían el mundo estaban en ellas, caminando apresurados y mirando sus relojes. Ajenos a todo lo demás. Oliver se preguntó entonces si en algún momento él fue igual; porque ahora ya no formaba parte de aquellos que hacen el mundo, no... él ahora era parte de aquellos que cargan el mundo. Aquellos que han perdido la motivación y ahora solo se encargan de sostener los pilares. Los pilares de plata y los adornos de oro. Puede sonar hermoso... pero no estaba seguro de que le gustara.

Sus pensamientos se vieron interrumpidos cuando la radio anuncio una nueva canción. Él suspiro, irritado y cambio de estación hasta dar con una que se encargaba de reproducir canciones pop pegadizas. Decidió dejarle ahí y paso el resto del camino hasta el supermercado escuchando a Britney Spears.

Lo primero que hizo al llegar fue tomar un carrito de compras, pues él se conocía y sabía que terminaría llevando más cosas de las necesarias. Siempre era lo mismo. Consiguió la leche y el papel higiénico, después de eso compro otra botella de shampoo, un nuevo cepillo de dientes y una bolsa de paletas de cereza. Estaba caminando hasta la caja para pagar sus artículos cuando paso por la pequeña sección de libros que ahí tenían, haciendo caso a su lado lector que le exigía un nuevo libro, entro. Muchos de los títulos eran libros juveniles de tramas melosas y clichés que, sinceramente, le resultaban tediosos y hasta repelentes, pero no se rindió e intento buscar más a fondo. Movió libros por aquí y por allá hasta que finalmente se encontró con uno que parecía ser más serio y, definitivamente, nada meloso y cliché.

«La Cabaña» de WM. Paul Young.

Al leer la contraportada del libro dudo un poco sobre si llevarlo o no, incluso si estaba en oferta. El libro trataba el tema de la religión como principal foco —al menos, por lo que leyó— y aunque la parte del asesinato y la cabaña perdida en el bosque sonaba muy interesante, seguía sin estar del todo seguro. Para ser honestos, Oliver no creía en Dios. En algún momento lo hizo, cuando era más pequeño y era un católico por obligación, pero conforme fue creciendo y ganando experiencia en la vida... simplemente dejo de creer. Su fe se vio consumida por el acelerado ritmo de la vida del hombre. No es que le hubiera perdido el respeto a la religión, Dios y todo ese tema, simplemente... no veía motivos para creer. Creer en Él era difícil para Oliver.

Dirty Laundry 『original 』Donde viven las historias. Descúbrelo ahora